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9 0 El apostolado de Iapalabra desde aho ra, que en tra de lleno en la orientación de este en sayo : la necesidad d e una au tén tica ascesis de la predicación. P o rque existe una ascesis de la p alab ra que im pone a veces tan to s sacrificios com o el silencio ab so lu to ; una ascesis que exige el no h a b la r sin prep aración — lo que sería pecado venial — ; el no dejarse llevar de la m anía de la p a la b ra ; el m an ten er el espíritu de selec­ ción y renuncia, ju n to al espionaje de las ideas; el lograr la libertad de los hijos de D ios au n en c o n tra del prop io éx ito ; la liberación de un yugo d em a ­ siado férreo de reglas y leyes que perm itan a d o p ta r com o no rm a principal el principio de San P ab lo : «Si sois conducidos po r el E spíritu, no estaréis b ajo la Ley.» E sta ascesis es du ra con frecuencia. Por lo que exige de trab a jo y p o r lo que exige de desprendim iento. Pero, ¿es que todavía pensam os que se pu eda al­ guien p erm itir el asalto del pu lp ito com o ocasión y tram po lín de los p rop io s instintos de fam a o vanagloria? ¿O es que las leyes de elección de tem as, del desarro llo de las ideas, de la construcción del discurso, de los reso rtes de la persuasión, deben estar som etidas al interés hum ano y no al servicio del Evangelio? P o r o tra p arte, la ascesis apo stó lica tra ta rá de salv agu ard ar este sa n to m inisterio del peligro de un a confianza exagerada en la eficiencia de los m edios hum anos. La técnica está muy bien, pero el espíritu técnico puede llevar a tom a r lo que es medio com o fin; puede estrechar la visión del m undo, percibiendo nada más las relaciones de nu estra vida con la m ateria y los m a­ nejos artificiales de la m ism a; puede im pedir el encuentro de la calm a y la in terio rid ad necesarias p a ra la meditación y el encuen tro del cam ino que condu ce a C risto ; puede condu cir a un concepto equivocado de la vida, de la p erson a y del trab a jo (30). VII LA P R E D IC A C IO N C O M O P R O P A G A N D A A ñadam o s una indicación sum aria sobre este nuevo aspecto. La p alab ra ap o stó lica es una verdad era doxología divina. Al m argen de to d a d ispu ta en tre los defensores de los movim ientos de trescendencia y de en carn ación , y reconociendo los valores que cad a uno de esos movim ientos tra ta de e s ta ­ blecer en prim er plano y la posibilidad de que, según las circunstancias, uno ( 30 ) He aquí por donde volvemos otra vez a percibir la relación, el nuevo matiz, que estos tres conceptos, fundamentales en la existencia humana, tienen a la luz del misterio de la palabra.

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