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P. Julio de Amaya, O. F. M. Cap. 81 N o es sólo el hom bre íntegro que sabe h ab lar b ie n : Vir bonus el doeendi peritus, que decían los antiguos. ¿Qué es, pues? «C azado r de alm as», com o bellam ente llam aron a Jesús los prim ero s cristianos. Un m inistro de Verbo. Y si o ra d o r es «A lguien — que h ab la — de algo — a alguien — », p red icado r será entonces: El hombre — de Dios — que habla — la palabra de Dios — a los hijos de Dios. El que predica es alguien, es un hom b re. U n individuo de carne y hueso, un alm a que cree, qu e am a y que espera, que vive e in te n ta hacer vivir la vida teologal en los es­ p íritus de sus contem po rán eo s. N i un m ero p red icado r de oficio, ni un a cinta m agneto fón ica. A lguien con anhelo s y pasiones puestos al servicio de C risto, cap az de hacer o ír el acen to de la verdad ard ien te y simple. U n hom bre que no necesite apoy arse más que en su p rop ia personalidad en raizad a en C risto, qu e no se atreva a utilizar su ingenua vanidad acudiendo a av en tu ras filosófi­ cas mal digeridas e ininteligibles p a ra la m ayo ría de los públicos, ni a cristia­ nism os em pequeñecidos y natu ralizados, ni a poesías o sentim entalism os vanos, ni a em ociones fic tic ia s .. . T odo un hom bre. U n hom bre de D ios. U n alm a sacerdotal y cristian a que se expresa; un co razón p en etrad o p o r la fe y la carid ad , que tra ta de hacer p asar a los dem ás su p ro p ia experiencia de D ios, poniendo to d a la n atu raleza al servicio de la gracia. U n ap asio n ad o de C risto que entiend a lo que es ser pregonero suyo; u n hom b re de bien cap az de enseñar y ob rar. Que h abla, no que vocea ni grita. Y que h ab la com o hom b re de Dios, con interés p o r to d o lo hum ano , sabiendo adm irarse, sabiendo conservar un a gran ju v e n tu d de alm a, sabiendo ch a rlar con los hom b res no com o quien d a una lección de inglés o de geografía, sino con un arte que exige am o r y pasión , com o quien tran sm ite el mensaje m ás estupendo y op tim ista qu e va a salvar a los que escuchan. P ero que h abla algo. Es decir, un hom b re al que la p alab ra sirve p a ra expresión de un con ten ido intelectual con repercusión en la vida de los fieles. Thibon observa que, «según el nivel del alm a a la que sirve de expresión, la p alab ra h um an a oscila entre dos polos extremos, que son el flatus vocis y el verbum vite?» (13). El p rim er caso es d em asiad o frecuente. U nas veces p o r un a estúpid a au to escucha llena de van idad (14), o tras po rque (13) G . T h ib o n : El pan de cada día. P tm os. L ib ros de E spiritualidad (M a d rid , 1949), página 31. (14) A esta secta pertenecen to d o s los a d ora d ores de la palabra en cu a n to s o n id o gra­ m atical, o a ca so en cu a n to m ed io de en ton tecim ien to p ro p io y del oyen te. C a so típ ico cu l­ tiv a d o p o r O scar W ild e, al qu e se atribuye aquel d itira m b o: «¡L a s palabras! ¡Las sim ples palabras! ¡Q u é terribles s o n ! ¡Q u é lím pidas, qué vivas y q u é crueles! Q u isiera u n o huirlas. Y , sin em ba rg o, ¡qu é sutil m agia hay en ellas! Parecen com u n ica r una form a plástica a las cosa s inform es, y tienen una m úsica p rop ia tan dulce c o m o la del violín o la del laúd. ¡Las sim ples palabras! ¿H a y a lgo m ás real qu e las pala b ra s?» O s c a r W il d e : El retrato de Dorian C ray . O bras com p letas. E d ición A gu ila r. (M a d rid , 1951), p. 101. NATURALEZA Y ORAC1A. 6.

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