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8 0 El apostolado de ¡apalabra en to d a su g rand eza d iv ino-hum ana. T o d o esto facilitará el recto uso de la teo ­ logía en la predicación y logrará que el m inistro h ag a u n a tradu cción , no de los vocablos que ap rend ió en la clase, heredados de o tro s siglos, sino u n a tra ­ ducción de problem as, de intereses, qu e m uestren la teología en relación con la cu ltu ra con tem po rán ea y los p roblem as que afligen a nu estra generación . . . Y, claro, com o conclusión de to d o ello, hay que deducir que el p red ic ad o r ha de ser un hom b re de tra b a jo y de estudio, y un hom bre de oración . ¿H ará falta insistir después de lo dicho? 4) Causa eficiente: La predicación com o m inisterio q u ed a rá in teg ral­ m ente definida si hacem os algunas consideraciones sobre la causa eficiente de la m isma. Este aspecto del a p o sto la d o y m isterio de la p alab ra es fund am en tal, ta n to si se la con sid era en función de C risto com o en función de la p ro p ia vida o de la eficacia apo stó lica. El concepto adecu ado de lo qu e es un p re ­ d ic a d o r p o d ría salvar a la m isión profètica, que a través de sus m inistros ejerce la Iglesia, de m uchas indignidades y de m u chas ineficacias, cuya causa se bu sca p o r o tro s cam inos. A h o ra bien, ¿qué es un predicador? Em pecem os po r d eclarar lo que no es. El pred icado r no es un ch a rlatá n c o n b u en a voz y gestos y p alab ras estud iado s; el abuso de la p alab ra, al ser­ vicio de pequeñas pasiones, no fo rm a rá nun ca un p redicado r (12). N o es un a lb o ro ta d o r de pasiones ni un m itinista, extrem o en el cual suelen caer cier­ to s m o ralizan tes exagerados que tratan de a rra n c a r p o r el tem o r un a ad h e­ sión que sólo el en tu siasm o y el optim ism o creado p o r el mensaje cristiano pueden conseguir. N o es un cultiv ado r de la loqu ipedia, ni un ch arlista a quien se le ofrezca cad a dom ingo la ocasión p ropicia p ara exhibición de su arte. N o es un caballero an d a n te de esos que, en busca de no se sabe qué av e n tu ras sob renatu rales, vienen a ten er más de a n d a n te que de caballero . tam os seguros de qu e si se llevase rigurosam ente en los cu rsos norm ales, peligraría el rigor d e la ex p o sición p o r parte del p rofesor, y la com p ren sión del p rob lem a , co n su origen y e v o lu ció n , p o r parte del d iscíp u lo. H e aqu í p o r q u é son necesarios los cu rsos especiales de T e o lo g ía kerygm ática en el a ñ o de «p o st-sem in a rio ». (12) Sería verg on zo so qu e, aunque s ó lo fuese en su interior, algún p red ica d or pensase c o m o aquel p ersonaje de Som erset M au gh am . S im ón , protagon ista de Luz en e l alma, o p in a : «S e ha d e con ven cer a los h om b res de q u e ocu p en su puesto en la vida, n o p o r m ed io de razonam ien tos, sin o p o r la retórica. G eneralm ente, la id iotez de la hum anidad perm ite que sea gob ern ad a co n sim ples p a la b ra s.» Y , d a n d o cuenta del éxito de un d iscu rso su yo, a ñ ad e: « M e ap laudieron c o m o n o tiene idea. F ué un discurso sensacional. C u a n d o term iné, d o m i­ n ad os p or la e m o ció n , los asistentes m e estrecharon la m an o. L os con qu isté a to d o s. Y has de tener en cu enta q u e n o dije una sola palabra q u e n o fuera un solem n e disparate, d ign o del m a y o r de los desprecios. P alabras, palabras, siem pre p a la b r a s ...» R e co n o cie n d o , c o m o h icim os al p rin cip io la parte d e verdad qu e corresp on d e a esta exageración , hay qu e decir q u e la hum anidad n o ha llega d o a tal g ra d o de idiotez. A l m en os, a los sacerdotes n os pide tod avía verdades y n o palabras. L o cu al n o im pide, p o r desgracia, qu e haya m alos adm inis­ tradores qu e se piensen lo con trario. Y lo que es p eor, que sean con secu entes en la práctica c o n su trem enda eq u iv oca ción .

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