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P. Julio de Amaya, O. F. M. Cap. 7 9 au tén tica, se lo g rará con el estudio y la m editación teológica. «¿Para pred i­ car T e o lo g ía?— nos p re g u n ta n— . ¿M edios p ara p redicar Teología?» E stu­ d iarla y saberla, claro. A un bajo el aspecto hum ano , no hay ningún o tro re­ m edio inm ediato p a ra el éxito. Y , desde luego, sólo esto p reservará de ese vaciam iento progresivo que se adv ierte en m uchos sacerdotes en progresión directa a su distancia del sem inario. ¿Que luego surge alguna cuestión dificililla? Se respond e com o el buen cu ra am ericano : «M e parece que S an to T om ás de A qu ino no se h a o cup ado nun ca de responder a estas p regun tas; así que, p o r ah o ra , sigo sin e n c o n trar solución al asun to .» P ero el estud io h a de ser fom en tado p o r la meditación personal, p o r la oración . En la conciencia viva de los fieles el dogm a y la inteligencia del m is­ mo avanza ta n to p o r la experiencia de los m ísticos com o p o r la técnica y la especulación de los teólogos. Y es que el am o r de D ios d esp ierta p o te n te ­ m ente una cu rio sid ad no sólo intelectual p o r las verdades de la fe, sino tam ­ bién ascético-religiosa, p o r la cual se anh ela conocer y u sar m ejor ya en este m u n d o , lo qu e m ás ta rd e contem p larem os y gozarem os de m odo perfecto. P o r la o ración , las ideas sobre el hom bre, el m undo y el pecado, que antes se recibieron com o acervo intelectual, deducido de las verdades reveladas, pasan a ser adm itid as conscientem ente com o algo fund am en tal d en tro de la p ro p ia experiencia religiosa; se llega a percibir cóm o la teología refleja el verdadero pen sam iento de D ios sobre cad a una de esas cosas y cóm o n o so tro s nos vamos po sesionando de ese pen sam iento p o r nu estra com unicación m ís­ tica con El p o r m edio de la fe. Y esta fe entonces no es un a m era p a rtic ip a ­ ción del saber divino que, de alguna m anera, sirviera p ara p ro b a r n u estra candidez científica o nu estra capacidad de despreocupación, sino un lazo de vida esencial p a ra nu estra existencia cristiana. N i la predicación será la tra n s­ m isión m ecánica de un a verdad, sino la com unicación de algo que, h ab ién ­ d o lo recibido de D ios com o vida, es d ado tam bién en form a viva y p e rso n a l. E ntonces la ad a p ta ció n es fácil; en la oración se encuentran las fó rm u las convenientes. Este estudio debería log rar el que los oyentes pudiesen decir en seguida com o el soldado rom an o a P ed ro : «Se te conoce p o r el h a b la » ; debería c o n ­ seguir fo rm a r u n a p erson alid ad espiritual de la que pudiese decirse tam bién com o del p ad re del Evangelio: qui proferí de thesauro suo nova et velera; debería facilitar la percepción de las relaciones que cada problem a actual gu ard a con la d o c trin a que él ha de expon er; y ser cap az de ofrecer, ju n to a un esquem a de organización técnico-especulativa, o tro de organización prác- tico-salvífica (11). Y siempre qu e ap arezca C risto com o cen tro del K erygma (11) N o d esco n o cem o s la dificultad inm ensa que ésta ad ap tación su p on e. Es m ás, es-

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