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P. Leandro de Bilbao, O. F. M. Cap. 3 3 ro s sindicales cristianos, etc., «las m asas» tienen un m odo p redom in an te que las unifica, au n cu a n d o no tod as lleguen al radicalism o de las m arxistas, que son las principales. Es difícil h a b la r del am ericanism o, y más d eterm in a r el área de acción de estas «m asas» en un pueblo que pasa po r ser el más rep resen tativo de la so ciedad cap italista. Sin em bargo , aun q u e haya una ausencia de violencia en la vida pública no rteam ericana, existe un sentido hedónico de la vida y una m engua de esp iritualidad que puede d elata r la presencia de «las m asas» im pon iendo una o rd enación social aju sta d a a su ap etito terreno. El caso no rteam ericano es singular. La burguesía a rra stra un a ideología hum an ista, im pera en ella p ro fund am en te el positivismo. La p lutocracia c a pitalista vive sin m edula evangélica. L a crisis religiosa, en m uchas esferas, lim ita con el paganism o. El éxito de los negocios y la producción en gran es cala con stituyen el ideal m áxim o de la ciud ad an ía burguesa. En 1904, T eodo ro Roosevelt escribe: «El ideal pu ram en te m aterial, puram en te com ercial; el ideal de los h cm b res p ara quienes la p atria es el cofre, resulta esencialm ente d e g r a d a n te ... D ebemos b asar nuestro propó sito de m ejo ram iento cívico y n acion al en p reocupaciones más altas que la de la simple u tilidad en los ne gocios.» Y es curioso o ír muchos año s después a o tro P residente, Roosevelt, in te n ta r d esp ertar el idealismo no rteam ericano evocando el sentim iento re ligioso: «Los prim eros cristianos lucharon c o n tra la m oral pag an a de G recia y R om a: estam os d ispu estos a com b atir c o n tra la m oral pagana que in fo rm a ciertos aspectos de nu estra fam osa civilización m oderna» (2). Lo singular de la situación no rteam erican a está en que las clases hum il des sienten la vida lo m ismo que la alta p lutocracia y la burguesía, sin más diferencia que la existente en tre la posesión real y el ap etito de lograrla. Hay id en tidad de gesto en «las m asas» y en la plutocracia. N o p retendo asegu rar que to d a la vida no rteam erican a sea p ragm atista, hedónica. N o podem o s desconocer las grandes reservas espirituales de un pueblo tan grand e geográfica y etnográficam ente. Existe fuerte vida religiosa en sectores am p lio s de su población. Sin em bargo, hay un estilo de vida que se ha universalizado po r to d o el m undo. Existe algo típicam ente am ericano, un sentido de la vida reconocido p o r am oral, con pocos escrúpulos en los m o do s de alcan zar riqu ezas; una preferencia p o r lo colosalista y m u ltitu d in a rio ; una o rd enación de la vida pública en la que im p era el criterio y los gustos de la m u ltitud , en la que la m ism a vida fam iliar está reducid a com o en ningún o tro pueblo a su m ínim a expresión. N o será tarea fácil definir la cu ltu ra no r team ericana. H ay quienes niegan la existencia de la m isma. N o en tro en la (2) J a o A m eal: Europa y sus fantasmas (M d rid , 1946), p. 11. n a t u r a l e z a y g r a c ia . 3.
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