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3 2 El cristianismo-y las masas m asas con la p rom esa del bienestar terreno, tan en con sonancia co n su he- dónico ap etito . Estam os ya an te un gesto de «las m asas» que no les sale de d en tro , sino que lo han ap rend ido de la cap itan ía advenediza. «Las m asas» en tran en colisión con el Evangelio p o r los principios éticos que anim an su acción política; por el sentido m aterialista, que las moviliza en afanes terrenos, con exclusión de to d a san tid ad so b ren a tu ral y trascend en ­ cia; p o r la justificación m aquiavélica de sus violencias. El gesto de «las m asas», em peñadas en la construcción de la ciudad terren a con exclusión de D ios, es la acom odación de la vida en el bienestar tem poral desconociendo la trascen ­ dencia esp iritu al de la m isma. El cristianism o no puede a c ep tar p ara sus masas obreras el reconocim iento de un privilegio especial que sitúe su acción política en el terreno del sup er­ hom b re nietzschano, m ás allá del bien y del mal. N o puede la Iglesia deslin­ d a r la vida hum an a en com p artim en to s independientes y crear esferas en las que los p rincipios m orales del Evangelio no tengan sentido rector. «Las m asas» se sitúan fuera del Evangelio desde qu e 110 adm iten en su acción política más principios justificantes que el éxito p o r el éxito, la vida po r la vida y el servicio a la clase. T od a violencia q u ed a ju stificad a y es sa n ta desde el m om ento qu e h a servido a los intereses de la clase. N o se puede ser cristiano y al m ismo tiem po crear zonas de intereses terreno s en los que se excluya al Evangelio. «Las m asas» han acep tado en grandes sectores la po lí­ tica am o ral, qu e pretende ju stificar la vida pública p o r principios po litico ­ económ icos, com o los principios estéticos regulan el arte y los científicos la investigación de los sabios. Este es el gesto que denun cia el sentido an ticristiano de «las m asas», y proviene del elem ento an tiesp iritu alista y hedónico que describí en la p rim era p arte de mi trab a jo . La filosofía m aterialista, que nos ha llegado a través de to d o el proceso hum an ista, ha recaído en la reclam ación social de «las m a ­ sas» y sobre su acción política, y h a d eterm in ado un sentido de violencia que las sitúa fuera de los principios éticos del bien y del mal. «Las m asas», actúan sin com edim iento, pues no hay nada, fuera de su prop io interés, que recabe su acatam iento. El lector ha p od ido com p rend er que el to n o de las líneas que an teceden sólo se aju stan a unas d eterm in ad as «masas». Existen, indudablem en te, o tra s que no adolecen de esta ca ta d u ra y m antienen vigorosam ente su d em an d a social sin in cu rrir en e sta destem p lan za blasfema. Es peligroso d a r u n a d eterm in ad a form a de acción de «las m asas». E stas son m uchas y v ariadas y con m odos de acción específicos. Sin em bargo, si se exceptúan ciertas ag rup acion es qu e indudablem en te están in c o rp o rad a s a la gran acción h istórica de «las m asas», com o son las confesionales, los obre-

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