PS_NyG_1956v003n004p0025_0056

30 El cristianismo y las masas talistas, es decir, en hom bres qu e venden su trab a jo y en hom bres qu e c om ­ p ran el trab a jo de los o tro s.» D e este sentido con tractu al del tra b a jo les viene a «las m asas» su gesto m ás determ inan te. N o adm iten que las riquezas pertenezcan sólo a los c a ­ pitalistas, sino que se creen con derechos a las m ismas p o r o tras razones qu e en tran en el co n tra to de trab a jo tan im po rtan tes com o el m ismo tra b a jo co n tra tad o . «Las m asas» no piden lim o sn a; tam po co se co n ten ta n con una valoración contractu al del trab a jo rendido en sí m ism o; piden la p resen cia con tractu al de la persona en tera del tra b a ja d o r; piden que el cap italism o 110 negocie con brazos que rinden mecánicam ente un trab ajo -m ercan cía, sin o con hom bres, con personas iguales a los capitalistas que se arrim a n a un a em presa com ún. M ás o menos, en todos los tiem pos se han realizado esfuerzos p a ra rem e­ d ia r las necesidades de «las m asas». E stas recibían el don que les venía de la esplendidez del mecenas o de la caridad cristiana. Po r este cam ino no se p o ­ d ría hoy respond er a la reclam ación de las m asas m od ern as; éstas no q u e d a ría n satisfechas, pues su gesto no es im p lo rante, es exigente. «Las Cortes de Jerez, en 1268, señ alaron ya «el salario m ín im o» , que ta n to p reo cup a a los m odernos sociólogos; los E statuto s y O rd enaciones de M on tes y H u ertas de Z arago za establecieron en 1593 la jo rn a d a de ocho h o ra s; tam ­ bién fué en E sp aña d ond e se fundó el p rim er hospital obrero . P ero d o n d e a p a ­ rece concrecionada la d o ctrin a españo la sobre esta m ateria es en las Leyes de Indias. T odo lo que tom am o s hoy com o «conquistas sociales» fué p la n ­ teado y resuelto en estas Leyes de un m odo adm irab le hace varios siglos: la jo rn a d a de ocho horas, el salario ju sto , la proh ibición del pago en especie, el pago del jo rn a l en los accidentes de trab ajo , la regulación del tra b a jo d o ­ m éstico» (1). T o d o esto, que en tra en el cu ad ro de las reclam aciones m o d e r­ nas, con stituyó el gesto de las clases recto ras; fué el gesto m iserecorde, que «las m asas» recibieron com placidas, pero resignadas. El gesto m oderno es muy diferente. Hoy se hace to d o eso y m ucho más, pero no es ningún don que hacen los grandes a los pequeños. T o d o esto viene im puesto , exigido p o r «las m asas», que no aceptan el ag rad ecim ien to resignado p o rq u e no tienen n a d a qu e agradecer, pues los beneficiados p o r su tra b a jo visiblem ente son los que, encim a de no d a r lo debido, lo hacen con adem anes de esplendidez. La conciencia social m o d ern a de «las m asas» se subleva co n tra to d o esto. E sta es la reclam ación fund am ental y el gesto com ún a todo s los g ru p o s in teg ran tes de las m asas m odernas. Es la reclam ación y el gesto básico de la nueva conciencia social en el plano económ ico. El fu tu ro de la sociedad h u (1 ) A n t o n i o d e l a G r a n d a : Heroísmo del nuevo hombre (M a d rid , 1941), p . 193.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz