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56 El cristianismo y las masas dogm áticam en te, en lo p asado , será con sid erad a socialm ente en lo p o r venir. Después de h ab e r sido invocada en el C redo, será invocada en las in stituciones; después de h ab e r sido m onopo lio de la Iglesia, se conv ertirá en p a trim o n io de la hum an id ad » , escribe W ilfred M ono ld , citado p o r G arrig u et (13). En estos tono s se ha escrito m ucho d en tro del cristianism o, que con ello ha descubierto su in tern a debilidad. G rand es sectores del intelectualism o e u ­ ropeo venían d esn atu ralizando el Evangelio en tales térm inos que, llegado el im perio de «las m asas», éstas no necesitaron más que seguir esa tray e cto ria . Tenían un Evangelio exegéticamente p rep arad o p o r la burguesía in telectual. Los adalides no tuvieron más que ap rov ech ar la co y u n tu ra de un a previa desnatu ralización del Evangelio y la im periosa necesidad de «las m asas» de ju stificar su cristianism o con sus revoluciones. E sta fué la gran o p o rtu n id a d histórica que sirvió a las m asas m agníficam ente en los com ienzos de nu estra era social. D espués el socialismo rom ántico, que tra ta con reverencia y esti­ ma el Evangelio, se verá sup erado p o r «las m asas», que siguen los m odos radicales y an ticristianos de los ju d ío s Lasalle, Engels y M arx. P. L eandro de B ilbao , O. F. M. C ap . M ontehano (Santander) (13) G a r r i g u e t : O. c., p. 15.

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