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5 4 EI cristianismo y las masas E sta adu lteración se h a com etido con el Evangelio en el seno m ism o del C ristianism o. U na evidencia desconocida y un sín tom a postrim ero. La próx im a venida de D ios, enun ciad a por Jesús, se ha explicado com o la im plan tación de un o rden social confo rm e a las aspiraciones n acion alistas de Israel, sólo p o rqu e Jesús era israelita, y, según la lógica racion alista, Jesús no podía h ab lar de o tra m anera. La trascendencia divina del m ensaje de Je­ sús qued a en el estrecho confinam iento racial o am biental. P ara estos e n tu ­ siastas sociólogos, Jesús y su Evangelio es lo más sublime que se ha p rese n tad o entre los esfuerzos nobles p o r aten d er al p o b r e ... Com o escribe G arrig u et: «C abet, M eunier y la m ayo r p arte de los e sc rito ­ res revolucionarios de 1848, ven en el Evangelio y en el cristianism o p rim itivo el socialismo pu ro , y en cuentran en ellos, ju n tam e n te con la cond en ación de la p rop ied ad , el elogio del com unism o. Contienen todo s los principios en que se funda la lucha actual co n tra la burguesía, el p a tro n a to y el c a p ita ­ lismo.» Estoy conform e con la célebre frase de Rodolfo T o d t: «Salvo los casos en que se declara ateo, el socialismo no puede ser com b atido en nom b re del E v a n g e lio ... Quien quiera com p rend er la cuestión social y c o n trib u ir a re ­ solverla, teng a a la izquierda ob ras de econom ía política, a la derecha libro s del socialismo científico, y ab ra d elan te de sí el N uevo T estam en to.» A segu rar que en el socialismo hay un fuerte con ten ido evangélico no es lo m ismo que asegu rar qu e el Evangelio sea un libro socialista, p o rqu e no es ni meram ente social, si querem os que lo social ocupe una atención p referen te en el mensaje de C risto. Esto ya es a d u lterar el Evangelio, com o lo es aseg u rar que Jesús fué socialista, y que de vivir en nuestros días hub iera sido el M esías del nuevo Evangelio, que defiende al pobre co n tra el rico, al ob rero c o n tra el cap italista, en vez de establecer la an tagon ía en tre el cielo y la tierra, el alm a y el cuerpo. El tom a r así a C risto es d esn atu ralizarlo , reduciéndolo a la pequen ez de un revolucionario, o, com o alguno quiere, a un an arq u ista. R enán lo p resen ta com o un an a rq u ista que se subleva co n tra el poder civil, que lo co n sid erab a com o un abuso. «Su d o ctrin a era del más pu ro ebionism o, es decir, un a creencia según la cual sólo los pobres (los ebionim) podían salvarse. P erd o n ab a al rico, pero sólo en el caso de que fuese m a ltrata d o y p ro scrito p o r la socie­ d ad que le ro d ea b a; tenía m arcad a predilección por las reputaciones d u d o sa s; su concepto del m undo era el del socialismo im p regnado po r el esp íritu ga- lileo. S oñaba con una vasta revolución social que con fund iera tod as las je ra r ­ quías y suprim iera toda a u to rid ad de cu alqu ier orden que fuese.» «D esde el com ienzo, sus discípulos atacan las instituciones del m u n d o helénico y del m undo rom ano y se esfuerzan por d estruirlas.»

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