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P. Leandro de Bilbao, O. F. M. Cap. 27 con stituy en las dos vertientes m orales que nos perm itirán definirlas en el p la n o evangélico. E sta reclam ación social puede d arn o s la clave del po rv en ir religioso de las futuras décadas influenciadas definitivam ente po r «las m asas». Es un alivio poder llegar a la conclusión sencilla y clara de que la reclam ación social de las m ismas, lejos de ser inm oral, es ju s ta y p ro fund am ente h um a n a y radicalm ente cristiana. De ser así, podem os los cristianos m irar op tim istas al porvenir religioso, sin qu e nos am ed ren ten ; el fu tu ro, que, ab su rd am en te, se nos ha p resentado con signos siniestros, casi com o fu tu ro rein ado del a n ti­ cristo , no puede venirnos de esta reclam ación de «las m asas». Si el ac o n te ce r venidero fuera hostil al signo cristiano, será po r o tras razones, pero no p o r ésta tan fund am en tal de la reclam ación vital de «las masas». H emos de tener, po r o tra parte, muy en cu en ta que es precisam ente esta reclam ación la que hace a las m ultitudes más tem ibles, po r la fo rm a v io len ta con que la exigen. R esulta p aradó jico pen sar que en el fondo de esas rev o lu ­ ciones sangrientas hay un a razón p ro fundam en te cristiana. La auténtica revolución de «las m asas» es ju sta, es cristiana. Las p eq u e­ ñas revoluciones, que son las crueles, la de las m ultitudes, se in c o rp o ra n a esta gran revolución id eo lóg icam en te, com o unidades de m archa, com o e p i­ sodios, sin que el extravío, el desacato, la in tem peran cia y el crim en de estas pequeñas y terribles revoluciones episódicas coloreen m oralm ente la g ran re ­ volución de «las m asas», que van m ucho más allá de la m era p e rtu rb a c ió n del o rden público. En la revolución de «las m asas» hay algo más, m ucho m ás que m ultitudes. Las tu rb as, que, indud ab lem ente, form an parte im p o rta n te de las masas, son, sin em bargo, el facto r m enos consciente del proceso h istó ­ rico que ellas tan ciegamente an im an , y que un día les beneficiará m ás que a nadie, y será precisam ente entonces cu ando las tu rb as serán m enos tu rb u ­ lentas, m ás sensatas y más religiosas. C u an d o el sentido de la au tén tica rev o ­ lución de «las masas» penetre en la conciencia de la tu rb as, éstas h ará n penitencia de su crimen y de su blasfem ia. N o digo todo esto en to n o de profecía; sería poca fo rm alidad. Lo digo com o posible fo rm a en que han de desarrollarse los acontecim ientos, si es que podem os convenir en reconocer com o cierto que la reclam ación de «las m a­ sas» es hon esta éticam ente y religiosam ente cristiana. De ser así, tenem o s que concluir que la sociedad cam in a hacia una o rd en ación cristian a d e la vida pública. N o es pequeño gozo poder asegurar a los espíritus m etidos en zo zo b ra, que son los más, que hay buena intención en la revolución de «las m asas», y que ésta no se identifica con las «revueltas de las tu rb as» ni con el pop u lach o irresponsable, a los que salvará d ebidam ente la au téntica revolución de «las m asas».

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