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P. Leandro de Bilbao , O. F. M. Cap. 53 z a n d o u n a tray ecto ria defo rm an te del Evangelio. La ch á ch a ra racion alista y liberal se vió so rp re n d id a p o r la catastró fica presencia de «las m asas», cuyo gesto m aterialista no era más que la conclusión lógica de las prem isas que ellos h abían asen tado . El proceso de desnatu ralización evangélica en la d ia ­ léctica m arx ista ha consistido en un m ero cam bio de p alab ras: la econom ía sustituyó al «subconsciente», al «espejismo», a la «in troversión», al «neop la­ tonism o» , al «o rientalism o», al «helenismo», etc. La preo cup ación económ ica d e «las m asas» crea un a conciencia social en C risto y en su Evangelio, desco­ nociendo o negando cualqu ier o tro valo r que trascienda lo económ ico. La p rep o n d eran te presencia de «las m asas», tran sc u rrid o el p eríodo ini­ cial, crea un a literatu ra religiosa que, unas veces p o r debilidad y o tras po r apostólico afán de cap tación , p ronun cia el sesgo social del Evangelio. ¿H a­ b rem os sab ido m a n ten e r siempre los térm inos ju sto s de la au ten ticid ad evan­ gélica sin ceder en el con tenido dogm ático -m oral ni en las form as dialécticas a la ex trem o sa valo ración de lo social que im ponen «las m asas» ? N o quiero p o r a h o ra estu d iar el p roblem a d en tro del catolicism o, lo pien­ so hacer más ta rd e ; pero a los católicos nos interesa m ucho conocer el p ro ­ ceso claudican te y d eserto r del o tro cristianism o, fronterizo a nu estra Iglesia. T iene, indud ab lem ente, e! Evangelio un p ro fu n d o sentido social, en ten ­ d iendo lo social en to d a la am p litud h um a n a de su con tenido , sin estrecharlo a la querella económ ico-política. H ay en el Evangelio un grito lacerante p o r los hum ano s sufrim ientos, u n a com pasión m aternal hacia los desvalidos y enferm os; hay du reza co n tra las injusticias de los poderosos, los peligros de las riquezas; se predica hum il­ d a d a los soberbios, renun cia vo lu n taria a los satisfechos, trab a jo a los ocio­ so s; p iedad, bond ad , respeto y am o r al prójim o. T o d o esto es de un inm enso v alor social, b astan te sup erio r a las o rd enaciones políticas m odernas. Pero la sociología del Evangelio o rd en a un a sociedad con m iras al R eino de D ios en la tierra, m ientras la sociología hum an ista busca o rg an izar el reino del hom b re en la tierra. Jesús no se p reocupó de o rd en a r políticam ente la sociedad h um an a, sino de o rd e n a r la vida h um a n a al destino so b ren a tu ral del hom b re. Esto que acabo de escribir tal vez resulte al lector excesivamente elemental. P ero en el plano de estas clem entalidades, es en el que Chesterton hace más relevante su célebre frase: «Las civilizaciones declinan desde el m om ento en que se olvidan las cosas evidentes.» A ti, lector, es del orden de las evidencias cristianas la afirm ación sob re­ n atu ra l del hom b re en el Evangelio; pero si entre los cristianos se llegase a desconocer esto y se pretend iera in te rp re tar el mensaje de Jesús com o un p ro ­ gram a político-social qu e no rebasa el ám b ito n acionalista israelí, nos en con ­ traríam o s an te u n a au tén tica defo rm ación, adu lteración del Evangelio.

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