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P. Leandro de Bilbao , O. F. M. Cap. 3 9 d e; los sep ara el gesto p equeño : la mueca. M ien tras los prim ero s son lo sufi­ cientem ente b rutales p ara negar a D ios, los segundos lo reconocen oficial­ m ente reduciéndolo a la catego ría de un ciud ad ano más m ien tras pueda ser­ v ir p ara algo. Es incuestionable que «las m asas» com unistas, desde su in c o rp o rac ió n a la lucha clasista, se h an situado fuera del Evangelio. Los p rincipios en qu e se ap o y a su lucha po r el poder son inm orales. D ios ha d esap arecido de su p a ­ n o ram a m ental político. E sto, que nos parece tan b ru tal, no pasa de ser una de ta n tas negaciones hom ogéneas que caracterizan al hum anism o europeo. N o es que D ios haya desaparecido de la política com unista. Lo trem endo, lo sencillam ente escan ­ d a liz a d o s es que hay a desaparecido del pen sam iento dirigente eu ropeo . La H um an id ad , el E stado, la R aza, el P rogreso, son trem endas sustituciones de D ios. El com unism o no ha hecho más que rep etir la m ism a negación atea, su stituyendo a D ios p o r la C lase, el P roletariado . D ios ha d esap arecido; to d o tiene que servir al triun fo de la clase; el h om ­ bre no tiene ningún destino s o b re n a tu ra l: no tiene más vida qu e esta terren a, la que se gasta en carne y huesos; y esta vida terren a tiene que aju starse a las necesidades com unes, prescindiendo de to d a m ira personal. In teresa sólo lo que beneficia colectivamente. Al m ito dem ocrático del pueblo sob erano c re ad o po r Rousseau, M arx opone el m ito socialista del p ro letariado , de la clase me- siánica, la única cap az de salvar y lib erar a la hum an idad. N o se acab a de com p rend er p o r qué el cristianism o se co n stern a ta n to p o r el ateísm o m arx ista, sabiendo que esa negación se ha consolidado en los principales sistemas políticos y filosóficos del pensam iento europ eo . La vo lun tad de poder que caracteriza al sup erhom bre nietzchano, M arx lo in jerta en el p ro letariado , y h a infund ido en «las m asas» clasistas la c o n ­ ciencia m esiánica, p o r la que se creen herederas únicas del m undo en tero . Estas «masas» con insp iración n ietzch an a sienten el fu tu ro com o p rop io , sólo ellas tienen derecho a o rg an izar la sociedad, y po r este derecho único su lucha es sa n ta y m o ralm ente se justifica en sí m isma. La sola vo lun tad del po d er justifica todos los crím enes y todo s los atropellos que se com eten en la lucha. Es la «divinación del p ro letariad o » , o, com o d iría Pedro Laserre, el Imperia­ lismo obrero. La sociedad debe ser a b so rb id a y d om in a d a en teram ente p o r el p ro letariad o mesiánico. Su alm a ren c o ro sa se descubre el reclam ar p a ra sí la d ic tad u ra del p ro letariad o m esiánico, que debe ser «dem ocrático» p a ra el p ro letariado y «d ictatorial» p a ra la burguesía, sin n inguna lim itación legal p a ra la violencia. N adie puede desconocer el estilo nietzchano de estas am ­ biciones. El p ro letariad o mesiánico busca un estado íntegram ente to talitario . Desde M arx a nuestros días m edia la c o rta distan cia de la idea-fuerza a la

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