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10 Proforistica de los nuevos avances bíblicos que en lo sucesivo se en riquecerá gracias a los toques de atención ocasionales y al estudio p ro fundo de los principales p roblem as.» D e este m odo evitarem os ru p tu ra s lam entables en tre la d o ctrin a y la fe de los prim eros cu rsos de estu ­ d ios y los siguientes. U na exposición de la h isto ria bíblica, y, sobre todo , de la h isto ria de los orígenes, d ebería ser el fru to de un trab a jo de equipo , de un a estrech a c o la b o ­ ración en tre exegetas, teólogos y educadores. Sin teología, el exegeta se em ­ b arc ará en tem eridades d o ctrin ale s; sin exégesis seria, el teólogo peligra d es­ envolverse en un ap rio rism o estéril. El teólogo y el exegeta, sin iniciación científica, se exponen a d a r prueba de ingenuidad e incom p rensión. En fin, si el edu cado r no está al corriente de la psicología infantil, no p o d rá lo g ra r y red a cta r u n a verd adera h isto ria a d a p ta d a a la inteligencia de los alum nos. Varios ensayos, m ás o m enos afo rtu n ad o s, se han hecho en F rancia. T res son las principales fo rm as com o se divulga en tre los fieles la d o c trin a cristian a, y, po r ta n to , lo referente a las verdades bíblicas: el catecismo, Ios círculos de estudio y el pulpito. En cad a una de estas form as, la exposición v aria rá según la calidad cultu ral, la capacidad intelectual de los asisten tes y oyentes. T res principios nos h an de gu iar siempre en nu estra exposición a estos diversos a u d ito rio s: 1) H a de tenerse muy en c u e n ta la capacidad de los oyentes. 2) H emos de bu scar en nuestras explicaciones el sentido teológico, ascético-m ístico, que n ecesariam ente h a de fundarse en el literal; pero se han de evitar lo m ás posible las polém icas o la insistencia sobre cuestiones accidentales y discutidas. 3) Se han de o rien tar las explicaciones de tal m odo que nun ca sea necesario co rreg ir explicaciones an teriores inexactas o erróneas. Catecism o. — La explicación se ha de hacer de m odo progresivo y u n ita rio , aten iéndono s escrupulosam ente al sentido teológico preciso. La cap acid ad intelectual del alum no , preocupaciones, problem as, serán la luz p recio sa que gu iará al catequ ista en sus exposiciones, a fin de p ro p o rc io n ar el alim en to espiritual opo rtu n o . H a b la n d o de la creación, p o r ejemplo, no es necesario m en tar p ara n a d a los seis días, pues incapaces de com p rend er o tra cosa, creerán espontáneam en te que el m undo ha sido hecho en seis días de v ein ticu atro h o ­ ras, eng end rando con ello un a dirección falsa, que, m ás tarde, al tenerla que rectificar, puede o rig in ar en ellos titu b eo s en la fe. Al explicar los acontecim ientos del P araíso terrestre, se ha de hacer re­ saltar las perfecciones y a trib u to s de D ios, m an ifestado s en estos hechos: la

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