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270 Por el nuiiulo ele las almas — Bien; entonces... — O iga, Padre — le atajó una ch ica de aspecto se n cillo y m ira d a inteligente, que se levantó de p ro n to — : U ste d nos ha d ic h o antes que nada puede suceder en el m undo sin que D io s lo dispong a o, cu an d o menos, lo perm ita... Pues, realm ente, una no acierta a e xplicarse m uchas veces cóm o E l perm ite ciertas cosas... — T ú no sabes exp licarte m uchas cosas que pasan en el m undo, ¿ve rd ad ? Y o tam poco. Pero y o no intento siq uiera explicárm elas, p o rqu e frecuentem ente no tienen e xplicació n... a nuestra p o b recita lu z natural. ¿ N o sabes el caso de cierto aldeano vasco?... Se celebraba re u n ión fa m ilia r después de una te rrib le desgracia que había llenad o de d o lo r y preocupaciones a un ho g a r hasta entonces d ich o so ; alguien trató de a liv ia r un p o co el am biente, d icie n d o palab ras de c o n fo rm id a d c ristia n a : «había que resignarse y c o n fia r en D io s..., p o rqu e E l no nos ab an d on a nunca, y sabe bien lo que hace...». «Sí, sí — in te rv in o entonces el aldeano con la m a y o r seriedad — ; lo que hase, saber Dios bien, pero ¡hase a veses cada e stro p isio !» A q u e l hom bre tenía una gran fe, y hab lab a con la m a y o r sim p lic id a d , sin darse cuenta de lo irreverente que pu d ie ra resu ltar su com e n tario . E xp resab a sin m ira ­ m ientos lo desconcertados, lo a tu rd id o s que m uchas veces nos dejan las « d ispo si­ ciones» o «perm isiones» de D io s. Pero n o so tros hem os de creer en E l con toda el alm a, esperar sin titubeantes reservas..., aunque el creer y el esperar resulten, en ocasiones, extra o rd in ariam en te d ifíciles. ¡T an to m ás m e rito rio s! D io s tiene dere­ ch o a p ro b a rn o s (y tam bién a castigarnos), pero siem pre será absolutam ente verda­ dero que E l sabe lo que hace, que E l nos am a, y que nunca ab an d o n a a quienes de E l se fían. H a y «cosas de D io s » que con el tiem po se van acla ra n do , hasta hacerse q u izá plenam ente in te ligible s; m as las hay tam bién que co n tin ú a n tan oscuras durante sig lo s y m ilenios. D escansem os en su am orosa P ro vid e n cia , aunque n o entendam os sus cam inos. E sto no es una postura irra c io n a l, sin o la m ás sensata actitu d del h om ­ bre frente a lo s acontecim ientos que no dependen de él. L a d ificu lta d que tú has puesto m erecería m ucho más de atención y estudio , p o r­ que, en el fondo, se trata de esa eterna cuestión de la existencia del mal, cuestión que ha preo cup ado a todas las cabezas pensadoras desde los tiem pos más rem otos. Pero yo no me detengo ah o ra en e lla porque se sale del m arco que hem os señalado para este nuestro c o lo q u io de hoy. Q u izá s o tro d ía vo lvam o s más a fo n d o sobre la m ism a. C o n su e lito se levantó entonces. E l P. F id e l sentía un progresivo afecto hacia aq uella m uchacha m orena, que no era precisam ente b rillan te , pero tenía firm e ­ za de carácter, generosidad y tesón en el esfuerzo. E ra de lo m ejor de la Juventud. H a b ía id o asim ila n d o m uy bien todas las lecciones recibidas sobre la sa n tifica ció n de la v id a o rd in a ria , y de d ía en día se la veía ava n zar p o r ¡os cam in o s de D io s. A C o n su e lito le interesaba, sobre tod o , aq u e llo que h a b ía o íd o sobre la eficacia a p o stó lica del v iv ir de cad a d ía lle va d o según la d iv in a vo lu n tad . L o o tro , lo de in flu ir de veras en los destinos tem porales del m undo, sobre lo que h a b ía preguntad o M a ría de la G ra c ia , no estaba m al, pero le p arecía m enos im portante... S in haber e stu diado T e o lo g ía , su sentido de las cosas de la fe le decía que sa lvar o sa n tifica r a un alm a era de m ay o r im p o rta n cia que la situ a ció n p o lític a de lo s pueblos. (N o h abía pensado nunca que tam bién esta situ a ció n in flu ye poderosam ente en la suerte eterna de m uchas alm as; y no tenía p o r qué pensarlo, pues a e lla no se le o frecía o tra m anera de co o p e ra r a la buena situ a ció n de la p a tria que la de un e jem p lar com p o rtam ie n to en todo.) — P ero , Padre, ¿es de veras, de veras cie rto que podem os hacer tánto p o r las alm as... só lo co n nuestras o raciones y sa crificio s de cada d ía ? — D e veras, de veras cie rto — re p licó co n firm eza el P. F id e l. N o puedes a d m itir dudas en este p u n to . ¿Q ué nos dice la fe ? ¿Q ué n o s enseña

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