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P O R E L M U N D O D E L A S A L M A S L E C C I O N E S P R A C T I C A S D E T E O L O G I A P A S T O R A L Nota de la Dirección. — E sta co la b o ra c ió n es un ca p ítu lo de un lib ro p ró xim o a publicarse. A u n q u e co n presentación m ás lite ra ria que científica, desea pros pectar de un m odo p rá ctico y viviente algunas de las actividad es ap o stó licas más características de nuestro tiem po. E llo exp lica su p u b lica c ió n en esta revista que intenta recoger los problem as ide o ló g ico s y práctico s de la cu ltu ra cristia n a actual. I A zu ce n a , aq uella m aestrita que sem braba ilu sio nadam ente p a p elito s ap ostó lico s, h abía lo g rad o b rilla n te pu n tu a ció n en unas recientes oposiciones. Y a tenía escuela en p ro piedad. Pero ¡qué escuela le h abía ca íd o ! E n parte p o r fa lta de in fo rm ació n y en parte tam bién porque e lla m ism a deseaba tra b a ja r en pueblos abandonados, había so licita d o la escuela de un pueb lecito en el c o n fín noroeste de la p ro v in cia de L e ó n . Y a llá fué en los com ien zo s de! nuevo curso... D u ra n te el mes de octu bre llegaro n al P. F id e l varias cartas de ella. D ab a pena: ¡pobre cria tu ra ! D e cía en la p rim e ra: «Q u e rid o Padre en C risto : « M is prim eras im presiones del nuevo pueblo..., terribles. Sí, Padre, verdaderam ente terribles. Y n o es que me asuste dem asiado lo largo e in com o d ísim o del viaje — con serlo m u ch o — , n i la falta de una serie de com odidades, com o la lu z eléctrica, a las que estoy tan acostum brada... N o es tam poco p rin cip alm e n te que la tristeza me invad a a l verm e tan lejos de los m íos, entre gentes extrañas que te m ira n con tanta reserva, sin tener a nadie co n quien te puedas e xp ansionan.. ¡Es que esto es sencillam ente te rrib le! «Baste c om o ejem plo el que un n iñ o de diez años diga y rep ita co n ve n cid o que hay siete dioses, y que una niñ a de la m ism a edad, po co m ás o menos, confiese que «ha o íd o h a b la r alguna vez de la V irg e n , pero que no sabe quién es la M a d re de D io s» ...; que un dom ingo , en m isa, haya escasamente una docena de personas, cu an d o pertenecen a la p a rro q u ia dos o tres pueblecillos. « Em p ezaro n m irá n d om e con recelo y extrañeza, q u izá p orqu e me acerco cuand o puedo a la sagrada com u n ió n . ¡Y m enos m al que he ten ido la suerte de caer en una casa de gentes bastante buenas! « T am bién me ha servid o de no pequeño consuelo encontrarm e co n la m aestra de o tra ald eíta p ró xim a, que es m u y buena, y entre las dos hem os d e cid id o hacer toda la la b o r de ap o sto la d o que podam os. V erem os lo que conseguim os. S ó lo del S e ñ or esperam os las ayudas necesarias, porque de los hombres... « N o me e xp lico p o r qué me m ira n co n tanta prevención. ¡Si consiguiese que me m ira ra n con cierta sim patía, prim e ro , y luego me fueran tom ando cariñ o ...! Y o trato de ser buena con todos; pero ellos me deben de con sid erar com o u n a intrusa. A l parecer, estaban m uy contentos co n el m aestro a n te rio r (que debía estar aq u í castigado), p o rqu e lo s niñ o s «leían m u ch o y h acían m uchas cuentas», y de ah í el desagrado con que me han re cib id o a m í.
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