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P. Rainerio de Nava, O. F. M . Cap. 247 y que la sumisión a la Iglesia como tuteladora de esas verdades suprarracionales resulte absurda y la jurisdicción de su magisterio imposición abusiva. Pero aún tiene más largos alcances una posición estrictamente naturalista; ne­ gada la existencia de un Dios personal, se destruyen también los últimos fundamentos del orden moral, que todo existe por libre voluntad de Dios creador, que su provi­ dencia rige el mundo y que a esta vida sucede otra eterna. En esta convicción se basan los esfuerzos de todos los tiempos por separar la Iglesia del Estado, prescindir de todo elemento moral trascendente en la sociedad y el considerar las confesiones religiosas como otras tantas instituciones que la auto­ ridad civil puede regular como cualquier otra acción social e incluso explotar en beneficio del Estado. Y como medio de conseguir la difusión de esta mentalidad naturalista, sus parti­ darios luchan con todas sus fuerzas por la implantación como cosa obligatoria de la escuela laica en que el niño se le educa por encima de toda divergencia ritual y dogmática. Teniendo estas nociones en cuenta vamos a entrar en el análisis de la situación espiritual de nuestra época. II SINTOMAS N A TURA L ISTA S D E NU ESTRO TIEM PO En este aspecto, el enjuiciamiento de la sociedad actual puede prestarse al des­ piste. Como decíamos al principio, el cortejo espantoso de calamidades que trajo consigo la última guerra mundial acercaron a cristianos y a no cristianos. Aun los espíritus más intransigentes, debido a las circunstancias, se sintieron inclinados a respetar los valores y las libertades religiosas. Pero hoy, a diez años de distancia de las últimas refriegas bélicas, el naturalismo ha recobrado su antigua inquina contra la religión. Valga por el montón de testimonios que pudiéramos aducir unas palabras so­ lemnes e inequívocas de Pío X II. Fueron dirigidas a los hombres de A. C. Italiana en 1952, con motivo del trigésimo aniversario de la fundación de dicha rama en Italia. «Hoy — dice el Papa — el mundo está amenazado. Pero no preguntéis cuál es el enemigo ni qué vestido lleva. Este se encuentra en medio de vosotros y por todas partes. Sabe ser violento y taimado. En estos últimos tiempos ha querido la disgre­ gación intelectual, moral y social en el organismo misterioso de Cristo. Ha querido la naturaleza sin la gracia, la razón sin la fe, la libertad sin la autoridad. Es un ene­ migo que cada vez se ha hecho más concreto, con una despreocupación que deja todavía atónitos: Cristo sí, Iglesia no; después, Dios sí, Cristo no, y finalmente el grito impío de Dios ha muerto. Más aún, Dios no ha existido jamás» (1). A continuación va describiendo el Papa cómo los propugnadores de este movi­ miento heterodoxo han intentado edificar la estructura del mundo sobre funda­ mentos «que son los principales responsables de la amenaza constante que gravita sobre el mundo». Se esfuerzan en fundar una economía, un derecho y una política sin Dios, y tratan por todos los medios de desterrar al Señor de las univer(1) Ecclesia, II (1952), 425.

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