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186 Tendencias nuevas en la moral rías, el que da la norma que debe regir su conducta. Sería caótica una moral de este género; cada uno podría cometer los pecados más graves, sin dejar por ello de ser un cristiano honrado y hasta un santo. El mismo Papa pone ejemplos en los que, en un caso dado, sería aconsejable y lícita la apostasía, si, en su interior, por ejemplo, un hombre se siente más cerca de Dios en una secta protestante que en la religión católica, aun reconociendo que generalmente es un auténtico pecado de apostasía gravísimo. Los ejemplos se pueden multiplicar en infinito, y es una bonita manera de terminar con la angustia del pecado y hasta con el pecado mismo. Recuerda el Pontífice que el Maestro infalible de la moral cristiana es Xto., y éste, juntamente con San Pablo, impusieron preceptos graves, que nadie puede que brantar, ni siquiera con peligro de la vida, como lo prueban los márt:res de todos los tiempos. Menciona Pío X II, en las alocuciones citadas, la insensatez de aquellos que piensan que la moral cristiana tiene un campo restringido, y por tanto no puede entrometerse en realidades que pertenecen a otras ciencias, tales como la política, el arte, la economía, etc. Sobre esta cuestión nos contentamos con advertir que así como no creemos en el superhombre de Nietzsche, tampoco creemos en una superciencia que traspase los límites del bien y del mal, porque toda ciencia tiene por sujeto al hombre. Ni la guerra, ni la paz, ni el arte, ni la economía están fuera de las normas morales. Por poco que se piense se echa de ver que esta nueva moral, que se llama a sí misma creativa, activa, en contraposición a la moral tradicional, pretende renovar no un caso o un problema particular, sino la moral entera en toda su amplia com plejidad. El error es tan enorme que piensa uno dónde habrá nacido. Ideológicamente se deriva del existencialismo, que prescinde de Dios, o le niega, o, en todo caso, no es capaz de salir fuera del hombre. Pero las causas de propagarse entre los mismos católicos — que esto es lo chocante — las apunta también el Papa: es una buena intención de hacer menos pesada la moral cristiana y de atraer a los que andan fuera de la Iglesia al único redil fundado por Xto. Este es un fenómeno que hoy se produce con frecuencia. Nos angustia el desvío y, a veces, el odio de las masas contra la Iglesia. Por eso intentamos de todos los modos posibles tenderles una mano, pero en ocasiones nos deslizamos demasiado, y entonces acontece que nosotros nos salimos y ellos no entran, lo cual es ridículo y descabellado. Otra de las causas que mueven a los católicos a defender esta moral de situación es el afán de des prenderse de la tutela de la Iglesia, por creer que ya estamos en la época de mayoría de edad, o, al menos, próximos a arribar a sus costas. Emplean el título de Hijos de Dios como enchufe para reclamar una libertad completa en la piedad y en la moral, cosa que desde lejos sabe a protestante. Conviene constatar un hecho que se repite con frecuencia, como es el colorido protestante de muchos movimientos religiosos actuales. Todo el libro de Aranguren, Catolicismo y Protestantismo como formas de vida, «tiende a demostrar, según su propio autor, cómo hoy, una sensibilidad de origen protestante, sensibilidad im puesta por la crisis histórica de la situación, tiñe al catolicismo y propende a con jugarse con él» (1). La explicación me parece sencilla: la mayoría de las ideas, tanto en el sector religioso como en el sector profano, provienen de naciones más o menos dominadas por el protestantismo. Nosotros no podemos levantamos sin más contra este ambiente. Es protestante, porque ellos, los protestantes, lo comenzaron a vivir primero, ya porque sus principios teológicos les llevan más fácilmente a él, ya por otras causas, pero puede encajar perfectamente dentro del catolicismo, al menos en parte, y ser un paso histórico necesario para dar entrada a otros ambientes (1) J. L. L. A r anguren, Catolicismo y protestantismo como formas de vida. (M a d rid , 1952.) 211.
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