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la «lejanísima proximidad y la lejanía cercanísima del horizonte divino en todo suceso y en toda realidad» (p. 5 1 9 ). 158 De vu elta a la m eta física F I L O S O F O S C R I S T I A N O S Y F I L O S O F I A C R I S T I A N A Si para llevar a cabo una restauración a fondo de la metafísica es indis* pensable ponerse a! habla con los pensadores de Grecia, es también cierto que no podemos detenernos en ellos. Los siglos de la Edad Media no pueden seguir siendo un paréntesis en ía historia del pensamiento filosófico, y si no se puede negar que recibieron de Grecia las bases para su catedral metafísica, tampoco es lícito desconocer que los pensadores cristianos desarrollaron lo que en muchos puntos era solamente un germen o un tanteo metafísico. La verdad revelada no podía dejar de ilum inar, vigorizar y consolidar a la verdad de la razón natura!. Esta aportación medieval cristiana no hemos de imagi= nárnosla como una simple suma o yuxtaposición, sino como una verdadera incorporación orgánica, como un injerto, usando una metáfora campestre. E l profesor Padovani ha resumido en unos puntos fundamentales la prin= cipal contribución de la Edad Media cristiana a la filosofía griega. En primer lugar, superó, por un lado, el dualismo exagerado de mundo y Dios, y, por otro lado, el panteísmo, al esclarecer la relación Dios mundo mediante el con= cepto de creación que lleva consigo también el de Providencia. Por lo que se refiere al alma, la doctrina aristotélica del entendimiento ponía al hombre en la imposibilidad de demostrar la supervivencia del alma individual. Santo Tom ás, y con él todos los filósofos cristianos, puso en claro la individuali= dad del alma, su espiritualidad y, por consiguiente, su inmortalidad. Una tercera aporía del mundo helénico se nos ofrece con la presencia del mal en el mundo y con lo irracional. Frente a esa dificultad humanamente insolu= ble, el cristiano tiene a su disposición la doctrina del pecado original, de la Redención y de la regeneración, por medio de la ascesis y el sufrimiento. Además, los filósofos medievales han utilizado en no pequeña escala concep= tos tomados de la filosofía griega y los han aplicado a la explicación de los dogmas de la Revelación. Todo esto creo que no tiene por qué encontrar hoy día oposición. Aún más: es indudable que la filosofía medieval ha potenW ciado muchas más doctrinas helénicas que las apuntadas por Padovani, como el concepto de ser, la personalidad, la libertad. Donde surge un arduo pro= blema, que tocó y trató F . Olgiati con serenidad y comprensión, aunque acaso no con toda la profundidad que debiera, es en torno a la llamada Filosofía cristiana. No es de este lugar repetir el proceso que ha seguido en este siglo esos términos tan discutidos de «filosofía cristiana». En el fondo se trata de saber, no si el pensamiento cristiano, aun como cristiano y no simplemente como especulación de hombres cristianos, perfeccionó el pensamiento filo= sófico de los griegos. Esto es, creo yo, demasiado claro para que podemos ponerlo en duda. Aun prescindiendo, que ya es mucho prescindir, de si el pensador cristiano utilizó o no el dato revelado como norma «positiva» para

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