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136 D e vu elta a la metafísica Según el mismo escritor la actitud antimetafísica de hoy obedece, más que a razones teoréticas, que resultan nulas, a razones antropológicas. Teorética» mente, o se ha confundido la metafísica con una determinada metafísica, con= cretamente con la racionalista, o se la combate con generalidades poco dig= ñas de atención. «La metafísica desasosiega,» Es una observación sutil, pero que late en el fondo de más de una antimetafísica. En el prólogo que puso Ortega y Gasset a la Historia de la Filosofía, de Bréhier, se queja de que se ha hecho esa historia de ideas, con desconocimiento del sentido históri= co. Y escribe estas palabras: «Si al querer entender una idea prescindimos de la circunstancia que la provoca y del designio que la ha inspirado, tendremos de ella sólo un perfil vago y abstracto» ( 4 ). Si le quitamos a la expresión orte= guiana lo que tiene de relativismo historicista, nos habremos quedado con una preciosa sugerencia que nos puede introducir, intuitivamente, en muchos de los secretos de la historia de la filosofía. Es lo mismo que apunta, en este caso, Bontadini, a propósito del antimetafisicismo actual. Hay quien siente desasosiego ante las exigencias de una metafísica que implica hasta un cambio de conducta y una nueva orientación en la vida. Nos encontramos en los epígonos del ciclo gnoseológico de la filosofía moderna y el fin de esta filosofía nos deja ante una situación bifronte: de un lado, el fin de la filosofía del conocer, de esa filosofía que empezó siendo una metodología y que llegó a ser una fabulosa arquitectura idealista; y, por otra parte, la re= pulsa de ese desorbitado criticismo, en lugar de llevar a una filosofía del ser, lleva a una filosofía del obrar, a un pragmatismo de tipo más o menos tecnicista. Como signo de una preocupación vivida sinceramente y hasta crucial» mente, ha surgido la filosofía llamada existencialista. Cornelio Fabro, un indudable especialista en filosofía de la existencia, dedica un estudio compara» tivo entre la metafísica clásica y la ontología existencialista. Esta Ontología se define como un retorno al ser en contra de la filosofía del pensar, que cul= minó en el idealismo trascendental. E l problema se presenta cuando se trata de precisar el sentido exacto de ese «ser» de que se ocupa y preocupa el exis= tencialismo. Hablando demasiado genéricamente, se trata del ser de la exis= tencia contra la filosofía de la esencia; pero esencia y existencia están muy lejos de ser vocablos unívocos y no queda más remedio que estudiar a cada filósofo en particular. E l único criterio válido para distinguir y precisar los varios existencialismos consiste en indagar la orientación tácita o explí» cita de cada uno hacia una determinada perspectiva ontológica. En general, podemos decir que el ser de la existencia viene definido como la histori= cidad pura del ser humano, único verdadero ser en sí y para sí. Pero lo que pretende en el fondo el existencialismo es superar tanto el idealismo como la metafísica clásica, que se para lo accesible como prius cognítum, lo mismo a nuestra experiencia que a nuestra reflexión. En cierto sentido, el ser del existencialismo viene a coincidir con un a priori trascendental, más acá — o más allá— de cualquier determinación óntica o de los entes; por debajo de los binomios sujeto=objeto, materia=espíritu, natura!eza=Dios. Hay en (4) O rtega y G asset , O. C., vol. V I, p. 393.

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