PS_NyG_1955v002n002p0133_0150
P. Feliciano d e Ventosa 141 ayuntar ambos elementos y de las graves situaciones provocadas por la el¡= minación de uno de ellos. La vivencia mística sin contenido dogmático, mera emoción sentimental sin objeto definido se cultivó asiduamente en los medios protestantes, fie= les a su lema de dejarse guiar exclusivamente por la voz interna, presunta intérprete del Espíritu Santo. J. Bohme fué durante mucho tiempo, a partir del siglo X V I, el mentor de esta emoción religiosa. Por influjo de otro pro= testante, F . Schleiermacher, se difunde esta concepción en otros ambientes y llega, a principios de este siglo, a contaminar inteligencias católicas que propugnaban una religión e latebris subconscientiae erumpentem. Pleamar del modernismo. La Iglesia, al condenar esta herejía y poner en el índice el libro de A. Fogazzaro, II Santo, y el de W . James, The varieties of Religious Expe= rience, refrendaba ante el mundo subjetivista moderno la necesidad de anclar el sentimiento religioso en la más pura verdad dogmática. Debe, pues, el método integral analizar las peculiares vivencias de las almas místicas; pero no puede olvidar que toda vivencia mística apunta, lo mismo que toda vivencia psicológica, hacia un objeto. Si la psicología moder= na se ha redimido de su psicologismo por el análisis de la intencionalidad que acompaña a todo acto de conciencia, la vivencia mística menos puede olvidar su intencionalidad, que apunta siempre a un contenido dogmático, objeto de tales vivencias. Pero volvemos a repetir que dentro de la verdad dogmática caben par= celas, que son el peculiar atractivo de las almas. Ya R. Maritain ha sen= tido esta verdad, cuando escribe: «Las vocaciones muy marcadas se dis= tinguen entre sí por su parentesco con tal o cual de los atributos divinos, en los que se divisa la suprema Simplicidad a los ojos de la inteligencia crea= da» ( 16 ). Si Dios, teológicamente, es simple, la inteligencia lo desmembra en multitud de atributos, cada uno de los cuales puede ser el atractivo de de= terminada alma. Más aún, como ya indicábamos: la misma alma puede ir sintiendo uno u otro de los atributos o perfecciones divinas en su caminar místico. Con todo relieve aparece este itinerario teológico en la obra de A . Sorázu, La vida espiritual, coronada por la triple manifestación de ]esu= cristo. Ya desde el mismo título se nos habla de una triple manifestación. Los misterios de amor de Dios se van divisando y gustando por el alma mís= tica. ¿Podrá un recto método prescindir de este itinerario teológico=psicoló= gico? He aquí por qué nosotros juzgamos que un método integral debe com= prender el punto de vista teológico (contenido), el punto de vista psicoló» gico (viv encia) y el punto de vista histórico (itinerario peculiar del alma). Entreverando los tres es como lograremos de algún modo enterarnos de los misterios de Dios en las almas. (16) J a c q u e s y R a is s a M a r it a in , Situación de la poesía. Traci, de Octavio N. Derisi... Buenos Aires, 1946, p. 55.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz