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P . F eliciano d e Ventosa 147 entre la escuela teológica y la escético=mística, correlación que histórica» mente es inadmisible. Pero detengámonos algo más en examinar su actitud respecto de la es= cuela franciscana de espiritualidad, ya que franciscano es también S . Pañi. Como punto de referencia detengámonos en la postura que adopta ante la figura egregia del Doctor Seráfico. Es, por demás, significativa y descon= certante. A través de todo el libro tan sólo le cita una sola vez, y en esta ocasión lo hace de segunda mano, al traducir una cita de I. Heerincks, O . F . M ., que copiamos textualmente: In quaestionibus ad theologiam dogmaticam et specu= ¡ativam pertinentibus, doctores franciscales inde a saeculo X I V magis Ven. Joan. Duns Scoto quam divo Bonaventurae inhaeserunt... ( 19 ). Esta cita, nada favora= ble a San Buenaventura y la única en un libro sobre espiritualidad, confron= tada con la observación que nos hace al principio de su libro, revela el tras« fondo de la mente de S. Pañi y su objetivo: constituir a J. Duns Escoto, jefe de la escuela franciscana de espiritualidad. A esto, sin embargo, hay mucho que alegar. Concedemos que, efectiva» mente, como dice I. Heerincks, desde el siglo X I V se impuso la doctrina de Escoto dentro de la orden franciscana. Pero cabe la pregunta de si fué un bien o un mal para nuestra misma escuela teológica este desplazamiento de San Buenaventura a favor de Escoto. Además: históricamente es bien cono= cida la reacción de conventuales y capuchinos hacia San Buenaventura y aun en nuestros días se ha disputado a quién compete la jefatura intelectual de! franciscanismo. Mas aun admitiendo la jefatura de Duns Escoto en teología y filosofía, nadie puede históricamente discutir a San Buenaventura la primacía en la escuela franciscana de espiritualidad. S . Pañi lamenta el que P. Pourrat no miente a Escoto en su famosa historia de la espiritualidad. También lo lamen= tamos nosotros, pues su visión teológica es pábulo de muchas almas espiri= tuales. Pero aun lamentando este silencio, queda bien patente en las páginas que P. Pourrat dedica a San Buenaventura y a nuestra escuela que es el Doc= tor Seráfico el príncipe y guía de nuestra mística ( 2 0 ). Escoto, es verdad, influye en el desarrollo de la mística franciscana, más todavía que por su visión teológica del Primado de Cristo ( 2 1 ), por su psicología, que viene a (19) O. C., p. 52. La cita de I Heerinks está tomada de un art. publicado en Antonianum, X I II , 1938, con el título: De momento charitatis in spiritualita'e franciscana. (20) Cf. P. P o u r r a t , La spiritualité chrétienne. II, Le moyen âge. Paris, 1946, p. 261-277. (21) Esto lo afirmamos bajo el punto de vista histórico. En la actualidad ios teólogos franciscanistas (véase en este mismo número el estudio del P. A. de Villalmonte, María en la Economía de salvación) tienden más y más a hacer girar tanto la teología franciscana como su espiritualidad en torno a la tesis del P ri­ mado de Cristo. Los PP. Chrysostome, Déodat de Baslv, V. Breton, Gemelli, etc... han polarizado sus energías hacia esta tesis, que desean se convierta en vida mística de las almas. Cristalización de esta corriente es la carta encíclica del P. General de los Menores Observantes: De universali Christi primatu atque regalitate. Romae, 1933. Hasta puede contar esta corriente franciscanista con una vivencia extraordinaria en la Madre Angeles Sorazu. Todo esto no quita.

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