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146 M étodo para d eterm in a r las escu ela s d e esp iritu a lid a d católica V . O B S E R V A C IO N E S C R I T I C A S A L O S L IB R O S D E S. PAN I Y L . C A S U T T Ya a lo largo de nuestro estudio hemos dado más de una réplica a los puntos de vista sostenidos, respectivamente, por S. Pani y L . Casutt. No obstante, mejor para precisar nuestra posición, vamos a añadir ahora algunas observaciones críticas a la doctrina fundamental sostenida en los interesantes libros de uno y otro. La deficiencia fundamental que hemos advertido en el libro de S. Pani es el desplazamiento del problema, merced a su perspectiva teológico=sis= temática, que juzgamos desviada. Aun dentro de su preferencia por el método sistemático, acusa cierto exclusivismo al estudiar las escuelas, teniendo en cuenta tan sólo su doctrina estrictamente dogmática, y no la que dice rela= ción más inmediata con la vida espiritual. Así sucede que si dominicos y car= melitas van unidos en la aceptación de la teología tomista como punto de partida para la sistematización de su espiritualidad, en la estructuración de la misma mantienen una contienda que se está haciendo singularmente famosa en España, con repercusiones en el extranjero. Como es sabido, los dominicos, acordes en esto con otras escuelas, como la franciscana, proponen una visión unitaria de la vida espiritual, mientras que los carmelitas propugnan acérr¡= mámente la doble vía. ¿ Y no es más diferenciador este punto, tan sustancial en una sistemática de la vida espiritual, que no ciertas opiniones teológicas, quizá con menor repercusión en la vida mística? Mas este exclusivismo ulterior de S. Pani no hace más que agravar las de= ficiencias del método teológico=sistemático, ya inicialmente inadecuado. S . Pa= ni no ha tenido en cuenta que la vida espiritual, además de teología es expe= riencia mística, es vivencia íntima y profunda de los misterios de Dios en el secreto del Alma. Absurdo, por tanto, agrupar las escuelas según el mero cr¡= terio doctrinal. Los dominicos tienen por lema: contemplata aliis tradere, expresión con la que subrayan el aspecto vivencial de su mística; los fran* císcanos cultivan lo que ellos llaman la licencia del amor. Y éste «amor» no es sólo, ni quizá primordialmente, el amor ontològico, clave de una interpre= tación metafísica del mundo, sino el amor psicológico, el amor por el que San Francisco es llamado el Serafín de Asís. La espiritualidad ignaciana así es descrita en estos breves, pero enérgicos rasgos psicológicos por A. Royo M arín, O . P.: «Espiritualidad activa, enérgica, práctica, disciplinada, meto= dizada. Todo está previsto con exactitud matemática» ( 18 ). ¿Se equivocarán los profesionales de los estudios místicos al describir las diversas escuelas de espiritualidad más bien con trazos psicológicos que dogmáticos? En toda la obra de S. Pani late el equívoco fundamental de establecer una correlación (18) Teología de la perfección cistiana. Madrid, 1954, p. 18. (Ed. B. A. C.).
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