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P . P e la y o d e Z n m a y ó n 11 7 sidades y honestas comodidades y elevar a los hombres a aquella condición de vida más feliz que, administrada prudentemente, no sólo no impide la virtud, sino que la favorece en gran manera» ( 19 ). Todo esto — nada menos que esto— pide y exige para los obreros el Vicario de Cristo, Pío X I ; o, mejor dicho, enseña que lo exige y lo ha exigido siempre la justicia social. Y , por si fuera poco, Su Santidad el Pontífice reinante enseña, a su vez: «El que conozca las grandes encíclicas de nuestros predecesores y nues= tros precedentes mensajes, no ignora que la Iglesia no titubea en dedu= cir las consecuencias prácticas que se derivan de la nobleza moral del tra= bajo y en apoyarlas.con todo el nombre de su autoridad. Estas exigencias comprenden, además de un salario justo, suficiente para las necesidades del trabajador y de la familia, la conservación y el perfeccionamiento de un orden social que haga posible una segura, aunque modesta, propiedad privada a todas las clases del pueblo, que favorezca una formación superior para los hijos de las clases obreras particularmente dotados de inteligen= cia y buena voluntad y promueva en el barrio, en el pueblo, en la provincia, en la nación, el cuidado y la actividad práctica del espíritu social, que, mit¡= gando los contrastes de intereses y de clase, quite a los obreros el sentimiento de la segregación, con la experiencia confortable de una solidaridad genuina= mente humana y cristianamente fraterna» ( 2 0 ). Evidentemente, esta doctrina no es nueva, nacida ahora del buen co= razón de los últimos Papas, no. Hace ya un siglo que el gran Obispo ale= mán yon Ketteler había pronunciado en la catedral de Maguncia, precisa» mente el mismo año en que Marx lanzó al mundo su Manifiesto comunista — 1848 — los dos célebres sermones que contienen la síntesis de la doctrina que la Iglesia católica viene enseñando desde siempre, pero singularmente desde León X I 11. He aquí lo que decía ese campeón de la causa católica en su discurso del 5 de julio de 1 8 6 9 , pronunciado ante un auditorio de obreros de la cuenca industrial del Main: «Estas asociaciones (las obreras), la religión no puede menos de apo= yarlas y desear que prosperen para bien de la clase trabajadora.» «La primera reivindicación de la clase obrera es la siguiente: un aumento de salario que responda a! verdadero valor del trabajo... La religión exige que el trabajo humano no sea considerado como una mercancía, ni valori= zado pura y simplemente según los vaivenes de la oferta y la demanda. »La segunda reivindicación de la clase obrera es la disminución de las horas de trabajo... Dondequiera que el trabajo se prolonga más allá de los límites señalados por la naturaleza y por las exigencias de la salud, los obre= ros tienen un derecho sólidamente fundado a combatir, por medio de una moción común, este abuso de la potencia capitalista. »La tercera reivindicación de la clase obrera mira a obtener días de des= (19) Pío X I, Divini Redemptoris, n.° 52. (20) Radio-Mensaje navideño de 1942. n.° 43.

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