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i . X CIU J U UC /J U /X U J V /t -LIO y no habiéndoseles dado en su lugar defensa ninguna por haberse apartado las instituciones y leyes públicas de la religión de nuestros padres, poco a poco, ha sucedido hallarse los obreros entregados, solos e indefensos, por la condición de los tiempos, a la inhumanidad de sus amos y al desen= frenado apetito de los competidores. A aumentar el mal vino voraz usura, la cual, más de una vez condenada por sentencia déla Iglesia, sigue siempre, bajo diversas formas, la misma en su ser, ejercitada por hombres avaros y codiciosos. Júntase a esto que los contratos de las obras y el comercio de todas las cosas está casi todo en manos de pocos, de tal suerte que unos cuantos hombres opulentos y riquísimos han puesto sobre los hombros de la multitud innumerable de proletarios un yugo que difiere poco del de los cscíavos. Quien así escribía hace sesenta y tres años no era Marx o Proudhon, ni Bakounin o Lasalle, o cualquier otro defensor del comunismo o de la anar= quía; no. Era sencillamente Su Santidad León X I I I en la Rerum Novarum, «la magistral encíclica», «el gran testimonio de su solicitud pastoral», «el tan excelso documento», la Charta Magna de los obreros, en la que debe fundarse toda actividad cristiana en cosas sociales», como de ella dijo su sucesor en la Cátedra de San Pedro, Pío X I ( 4 ). Y para que no quedase duda alguna sobre este particular, el mismo León X I I I , en idéntica encíclica, vuelve a insistir sobre el tema, enseñando: «Por lo cual, a la propiedad privada, deben las leyes favorecer, y en cuanto fuere posible, procurar sean muchísimos en el pueblo los propietarios... Porque la violencia de las revoluciones ha dividido los pueblos en dos clases de ciudadanos, poniendo entre ellas una distancia inmensa. Una, poderosí= sima, porque es riquísima, que, como tiene en su mano ella sola todas las empresas productoras y todo el comercio, atrae a sí para su propia utilidad y provecho todos los manantiales de riqueza y tiene no escaso poder aun en la misma administración de las cosas públicas. La otra es la muchedumbre, pobre y débil, con el ánimo llagado y pronto siempre a amotinarse» ( 5 ). Pío X I confirmaba, a su vez: «Cuando el siglo X I X tocaba a su término, el nuevo sistema económico y los nuevos incrementos de la industria en la mayor parte de las naciones hicieron que la sociedad humana apareciera cada vez más claramente divi= dida en dos clases: la una, con ser la menos numerosa, gozaba de casi todas las ventajas que los inventos modernos proporcionan tan abundantemente; mientras la otra, compuesta de ingente muchedumbre de obreros, reducida a angustiosa miseria, luchaba en vano por salir de las estrecheces en que vivía. Era un estado de caos al cual con facilidad se avenían quienes, abun= dando en riquezas, lo creían producido por leyes económicas necesarias; de ahí que todo el cuidado para aliviar esas miserias lo encomendaran tan sólo (3) Rerum novarum, n.° 2. Colección de Encíclicas y Carlas Pontificias. Se cretariado de publicaciones de la Junta Técnica Nacional de la A. C. E., Madrid, (1948), pág. 545 a. , (4) Quadragesimo anno, nn.° 1 y 13. (5) N.® 35. NATURALEZA Y GRACIA. 8.
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