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eso mismo con precisión y amplitud mayores que en el Discurso. D ice, entre otras cosas: «Es absolutamente necesario que no falten a la Iglesia quienes con fatiga y generosa prontitud la ayuden a desarrollar tan fructoso ministerio y bené= fica actividad. Esto es lo que reclaman especialmente las ingentes masas del proletariado, que, a causa de una indigencia más penosa y de una for= marión menos elevada, son más fácilmente arrastradas al engaño por peque= ñeces artificiosas y desviadas con demasiada frecuencia del recto camino de la verdad, con gravísimo peligro para la religión y para la sociedad. »Ahora bien; los Capuchinos, desde sus orígenes, tuvieron siempre como su particular misión la de promover y sostener iniciativas de apostolado y de caridad en favor de las gentes humildes. ¿Cómo, pues, no habrían de intensificar al presente esa actividad evangélica con un celo más pronto, hoy que las necesidades crecen desmesuradamente? Que pongan en ello empeño cada vez mayor lo exigen nuestros tiempos...» ( 2 6 ). No cabe, pues, la menor duda: Nuestra Orden está llamada por Dios oficialmente a ejercer el apostolado social en nuestro tiempo en medio de las masas del proletariado. Ante esta verdad insoslayable, se formulan espontáneamente dos pregun» tas ulteriores: ¿A qué se ha de reducir, en concreto, esa actividad apostólica social que se nos pide e impone? ¿Cómo ejerceremos fructuosamente dicho apostolado? Para contestar debidamente a la primera, hay que encuadrar la cuestión en el marco de la doctrina general de la Iglesia en este punto. E s la que sigue: E l capitalismo tiene que ser reformado profundamente; pero esa refor= ma no puede ser la que aporta el socialismo marxista. E l comunismo tiene que ser superado; pero es de tal índole, que no basta en su caso una refu= tación por solas razones teoréticas, aunque sean las más apodícticas y con= vincentes; requiérese una refutación por sustitución La Iglesia la da: Consiste en las cuatro reformas que propone el Magisterio oficial, a saber: La mora!, la económica, la institucional y la cooperación internacional. 1 .a L a reforma moral comprende el renacimiento y la aplicación prác= tica del concepto cristiano acerca del verdadero sentido y valor de la vida humana; acerca del recto empleo de las riquezas; del espíritu de justicia conmutativa y social, y, sobre todo, de la caridad para frenar el egoísmo y la codicia, e impulsar hacia la colaboración y el cristiano uso de los bie= nes de la tierra ( 2 7 ). 2 .a Reforma económica para la justa distribución de los bienes materia» les: más equitativo reparto de las riquezas y del lucro; más eficaz cum= plimiento de la función social de la propiedad para conseguir la redención del proletariado. Para obtener ésta es muy deseable que todos los trabajadores lleguen a formarse una pequeña propiedad o modesto capital, fruto de su 124 Im portan cia d e la cuestión so cia l en nuestro apo sto lado (26) Ibidem,, 5 (1949) 4-5. (27) Quadragesimo anno, nn.° 52-54; Divini Redemptoris, nn.° 40-55; Caritale Christi, nn.° 2-5; Septum laetitiae, nn.° 10-13.

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