PS_NyG_1955v002n002p0109_0132

ropaje del humanitarismo, de la ciencia, del mesianismo redentor de los trabajadores oprimidos. E l peligro es real, serio, gravísimo. De la conjunción de esas tres concausas o motivos: La inicua y calami= tosa condición de los obreros proletarizados; los derechos que poseen a salir de ella; la existencia, el vigor y las promesas del comunismo ruso, dimana la importancia incomparable del problema social y la necesidad urgente y apremiantísima de darle una «solución adecuada», como requiere y pro= cura la Sede Apostólica, al decir del Pontífice Supremo, anteponiéndolo a todos los demás problemas actuales. 122 Im po rtan cia d e la cu estión so c ia l en nuestro apo sto lado III N U E S T R A M IS IO N En esta coyuntura histórica nos ha tocado nacer, vivir y actuar. Esta es la realidad que nos circunda y compenetra. ¿Podemos nosotros, como sacerdotes de Dios, como miembros de la Iglesia, como miembros de una Orden llamada por vocación institucional al apostolado, cerrar los ojos ante dicha realidad a la hora de ahora, y encerrarnos en la torre de marfil de nuestra profesión conventual, adquirida «lejos del mundanal ruido»? La Santa Sede declara que estudia y ataca ese problema como el más urgente y grave para el catolicismo en las horas actuales. El Jefe de la nación ase= gura en circunstancias solemnes que «no hay objetivo más importante en la política interior y exterior» de España; que «es el gran quehacer nacio= nal»; que «toda nuestra obra está dirigida a la solución de ese gran pro= blema». ¿ Y podremos nosotros contentarnos con dirigir cofradías piadosas y predicar sermones a la manera como se practicaba doscientos años hace, cuando aún no existía semejante problema? Estúpida sería tal solución. Añorar nostálgicamente los tiempos pasados, «los de la gran fe de nues= tros mayores»; los del florecimiento de nuestra religión seráfica; los del pode= río de España, etc., y contraponerlos a las duras circunstancias actuales..., podrá tal vez resultar poético, como poéticamente resuenan siempre las coplas de Jorge Manrique, cuando cantaba: ¡Cuán presto se va el placer! ¡Cóm o, después de acordado, da dolor! Cómo a nuestro parescer Cualquiera tiempo pasado fué mejor.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz