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P. P ela yo d e Z am a yón 121 tierra los derechos de todos, la propiedad, la misma sociedad humana» ( 2 3 ); Pío X I , en la Divini Redemptoris (19 de marzo de 1937 ), condenó y refutó de forma definitiva y tajante al comunismo; lamentándose de que no todos vean su maldad y se percaten y dispongan para vencerlo (n. 4 ). El Jefe de nuestra nación, en el discurso antes citado, recuerda que el comunismo amenaza de cerca las esencias de nuestra civilización. ¿Este «amenazar de cerca» significa una guerra cercana? Parece que sí; pues sin ella, ¿cómo podría triunfar el comunismo en España a la hora de ahora? Dadas las circunstancias y estado general en que vive nuestra patria actual» mente, ¿con qué otros medios cuenta el comunismo para triunfar entre nosotros, sino con la guerra? Tremenda perspectiva la que abren esas pala» bras del Caudillo. Mas aun sin ser tan pesimistas como eso, hay que reco= nocer que el comunismo constituye un espectro amenazador contra la reli» gión cristiana o, más propiamente, contra toda religión, «opio del pueblo», contra el Estado, contra la familia, contra la propiedad, es decir, contra todo el orden existente: económico, político, social, moral y religioso; «con» tra las esencias de nuestra civilización», que diría Franco. Y lo triste y alarmante es que, de hecho, el comunismo triunfa desca= radamente en casi ya una tercera parte del género humano, aspira a triun» far en todo él y por doquiera halla admiradores (hasta entre los sacerdotes» obreros los halló) y propagandistas, manifiestos o clandestinos. ¿D e dónde le viene esa extraña y demoníaca fuerza? De tres motivos: Primero: De la «condición mísera y calamitosa» de los proletarios, antes recordada. Segundo: De sus doctrinas, a ella contrapuestas, a saber: Promesas de paraísos terrestres a un mundo hambriento y materializado, que aspira solamente a la felicidad en este mundo, «dejando el cielo para los pájaros y los creyentes», como decían con sorna los corifeos marxistas del pasado siglo. Tercero: De la existencia del comunismo ruso durante tantos años como lleva triunfando, y de su expansión y consolidación por Europa y vastísimas regiones de Asia al terminar la última guerra mundial y en los años sub» siguientes. La masa superficial de millones y millones de proletarios acepta este hecho como una prueba de la conveniencia de dar a todas las naciones del mundo — o, a lo menos, a la mayor parte de ellas— una estructura económica colectivista, y mira hacia la U . R. S. S. como hacia un paraíso en la tie= rra. Del advenimiento del comunismo — creen— nada tienen que temer y todo lo pueden esperar. Para los pobres, que se juzgan explotados inhumana» mente y ven conculcados sus derechos, tuvo y tendrá siempre fuerza mágica de persuación el argumento breve de Plejanov, doctrinario soviético: «¡Escla= vos del capitalismo: Con la revolución nada tenemos que perder, a no ser nuestras cadenas¡» ¡Venga, pues el comunismo, y Viva la Rusia soviética¡ Los dirigentes comunistas rusos, por su parte, tienen una perspicacia astutísima en cuanto a propagar su doctrina, presentándola cubierta con el (23) N.o 8.

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