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R . P . B e r n a r d in o d e A rm e lla d a 89 siquiera en !o que significan, sino solamente en lo que connotan ( 2 1 )- San Buenaventura pone en efervescencia todo el g^nio de su alma intuitiva para buscar en el mundo de las cosas una imagenque ilustre lejanamente sus con= clusiones. Y propone el ejemplo de la luz: «El entendimiento divino es suma luz, verdad plena y acto puro. Y como la virtud divina, como causa, es suficiente para producir por sí sola todas las cosas, así la luz y verdad divina lo es para expresarlas todas...» ( 2 2 ). «La verdad divina es la luz, y sus expresiones respecto de las cosas son como las irradiaciones luminosas, aunque intrín» secas, que llevan y conducen determinadamente hacia aquello que en ellas se expresa» ( 2 5 ). Actuadas las cosas en la nada ( 2 4 ), vienen de Dios y conservan respecto de E l una dependencia total. Son lo que E l pensó. Por eso, nos dice la misma Sagrada Escritura que «vió Dios ser muy bueno cuanto había hecho» ( 2 5 ). Ser lo que E l pensó es lo mismo que ser la realización de su idea. No son, cierto, el mismo Dios, puesto que las experimentamos finitas. Se concluye, pues, la necesidad metafísica de que unos seres realmente distintos del Infinito, para que no entrañen la repugnancia de restar ser aDios, tengan que ser reflejos, imitación de Dios ( 2 6 ). La s subestructuras más íntimas del mundo están ya transformadas. Desde este momento no se miran las cosas a ciegas, deteniéndose en su ser creado, para sacar conclusiones por medio de pesados raciocinios. Que= dan ante la inteligencia desnudas de toda propiedad imparticipada, siendo esencialmente semejanzas, expresión de Dios. Este es el fundamento bonaventuriano para su concepción de la realidad — y, por tanto, también de la vida espiritual— , en contraposición a la menta= lidad tomístico=aristotélica. Para Santo Tomás la idea es ante todo «forma o (21) Esta importante parcela del pensamiento bonaventuriano está profun­ damente estudiada en la obra de J. ¡VI. B issen arriba citada, pp. 19-99. También es interesante y recoge las aportaciones decisivas del anterior E . Gil- son, o. c., especialmente en el cap. IV, «Las ideas y la ciencia divina», pp. 146-163. (22) Quaest. disp. de scientiaChristi, II,concl. (23) Ibid. III, concl. (24) II Sent., 1, 1, 1,1-2; Brevil., II, 1, 3. Respecto a la modalidad que este concepto de creación ex niliilo reviste en San Buenaventura, cfr. Gilson, o. c., pp. 186 ss. (25) Gen., 1, 31. (26) E l P. Zamayón resume de esta manera concisa la mente bonaventu- riana: «Todo ser distinto de Dios es una effic/ies, similitudo de Dios; y no puede ser otra cosa, porque todas las posibilidades de ser están agotadas con estas dos realizaciones. En efecto, puesto Dios, ser infinito, queda otra posibilidad, una sola­ mente: la de un objeto cuya esencia sea ser imitación limitada del Infinito... No quedan otras posibilidades de verificación de ser: la mente no concibe, no puede concebir, un objeto que tuviera entidad propia, peculiar, exclusiva, real­ mente distinta de todo otro: y al mismo tiempo fuera independiente del Ser In­ finito, nada tuviera que ver con él. Digo que la mente no puede concebir tal posibilidad, porque es contradictoria: supone el ser infinito y al mismo tiempo

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