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de las mejores intenciones. La principal, como dijimos arriba, simplificar lo que aparece heterogéneo en algunos aspectos. Nos limitaremos, por ahora, a la consideración de dos principios que juzgamos clave indispensable para moverse con soltura dentro de toda la obra — y especialmente la mística— del Seráfico Doctor. Trataremos del simbolismo metafísico y del voluntarismo de una manera filosófica y abstracta, para repesar después el'engarce lógico que con estos principios guardan las más peculiares virtudes franciscanas. Todo ello no puede ser más que una introducción remota — pero nece= saria— al estudio detenido y anatómico de la Teología de la Perfección Cristiana, tal como se nos da en el egregio Doctor de Bagnorea. 86 S ím b o lo m e ta fís ic o e n la e s p ir itu a lid a d fra n cisca n a PR IMERA PARTE C O N S ID E R A C IO N F I L O S O F I C A D E L O S P R IN C I P IO S D E L A E S P I R I T U A L I D A D F R A N C IS C A N A i . S i m b o l i s m o m e t a f í s i c o . Platón destruyó la realidad del mundo relegando todas las perfecciones auténticas y valorables a las «Ideas». Aristóteles parece ser que encontró en la materia consistencia suficiente para ser eterna frente al Dios que sólo se conoce a sí mismo. A los dos genios griegos precedió y siguió la maraña de opiniones que, resultando del encuentro de las más diversas influencias, forman la Historia de la Filosofía. Para destacar más la importancia de la doctrina bonaventuriana, recor= daremos a dos genios filosóficos que, dentro del Cristianismo, llegaron al extremo en la orientación platónica de desvirtuar las cosas terrenas: San Gre= gorio de Nisa y San Agustín. Alguna vez parece que, en términos equiva= lentes, vienen a considerar el mundo material como una mentira objetiva — digámoslo así— ; algo que no es nada en sí mismo y cuya realidad total está en su relación de instrumentos para los espíritus ( 16 ). Esto es la exageración del instrumentalismo simbólico de la materia. San Buenaventura conservará una posición intermedia. Su posición, tan moderada siempre ante las ideas de su tiempo y equilibrada entre los extre= mos de las corrientes filosóficas, parecería el afán de un concordismo más prudente que científico. Pero no. Es su genio quien nos da en toda su doc= trina la conclusión lógica de unos principios empeñados en no desorbitar (16) Heinsoeth, Heinz, Los seis grandes temas de la metafísica occidental, Trad. del alemán, por José Gaos, Revista de Occidente, Madrid, s. a. Cfr., cap. III passim: «El alma y el mundo interior», pp. 121-172.

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