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libre en sí a la luz radiante que es toda la creación. Y no puede tener recove» eos. Todos sus actos serán luz de Dios. Actos incomprendidos en un mundo que va cargándose cada vez más del hollín de su materialismo y de su hipo» cresía. Y si recordamos el espíritu apostólico, que fué también peculiaridad en el nacimiento de la Orden de Frailes Menores, tendremos que poner su expli» cación radical y franciscana en que somos creaiuras=luz. Y por ser también racionales, capaces de amar y comprensores de la fraternidad universal, no podremos quedar pasivamente en nuestra influencia fundamental de simples seres ante otros hermanos que tienen obturados aún sus sentidos. Toda la fuerza de nuestra espiritualidad nos impele a ayudar con amor a los ciegos, a encender amor en su alma, a mostrarles al Padre a través del Hijo, a través de la luz. Tan lleno de hermosuras espirituales se encuentra el camino del fran= ciscanismo para conseguir su perfección. Todas las otras virtudes llevan también un sustrato que las une funda» mentalmente a las grandes ideas de la mente franciscana. Tenemos que re» nunciar de momento a su estudio. Pero no podemos renunciar al entusiasmo y a la vivencia de su belleza. Una belleza frecuentemente muy dura de copiar, pero que ha puesto una aureola radiante de ejemplaridad y dulzura en los innumerables santos franciscanos. Ejemplarismo y amor. 106 S ím b o lo m eta fís ic o e n la e s p ir itu a lid a d fra n cis ca n a
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