PS_NyG_1955v002n002p0081_0106

contaban gran cosa las abstracciones y raciocinios escolásticos, buscó su ejemplar, la suma de su perfección, no en razones o principios descarnados y puros, sino en la concretez de la Persona de Nuestro Señor Jesucristo, y Este, pobre y crucificado ( 6 8 ). No hay más que recordar su vida. Inició su obra bajo las palabras angus* tiosas de Cristo Crucificado que le pidió restaurara su casa. Varias veces se le aparece durante su vida el Salvador. Y ya casi ciego de llorar la Pasión de Cristo, mereció que su vida se coronara en el Alvernia, convirtiéndose en su misma carne imagen viva del Redentor Crucificado. Dios le puso en el cuer= po para testimonio ante el mundo lo que llevaba en el alma. De estas y otras muchas consideraciones podemos concluir con el Padre Bussum: Clare constare videtur, ardentissimum amorem erga Iesum Christum, Verbum incarnatum, praesertim in mysterio suae crucifixionis, quem assidue oculis mentís suae praesentem habebat et in quem avidissimo desiderio transfor­ mari cupiebat, revera esse fontem, originem, rationem totius spiritualitatis beati Patri nostri Francisci ( 6 9 ). Y este mismo Cristocentrismo, lleno de unción y concretez, es una de las ideas más fecundas en la tradición franciscana. Nos llevaría un espacio y tiempo de que no disponemos el estudio de la espiritualidad cristocéntrica de los principales santos y beatos de la Orden, como Santa Clara ( 7 0 ), la Beata Angela de Foligno ( 7 1 ), etc., etc. Será suficiente la alusión detenida a los dos máximos doctores, el segundo de los cuales, Duns Escoto, hizo progresar altamente la doctrina cristocén= trica del franciscanismo. Como para el Seráfico Padre Cristo es también para San Buenaventura una dulce obsesión: «Ya leas, ya ejecutes cualquier labor, nada te agrade, nada te deleite, si no Jesús» ( 7 2 ). Cristo es el centro de gran parte de sus es= critos ( 7 3 ). Y en ellos nos le manifiesta como principio y fin de nuestros deseos. Como Verbo, Cristo es luz universal. Es el efluvio esencial del Padre, encarnado. Y su influencia luminosa llega a todos los seres de una manera proporcionada, jerárquica. Y como esa luz de Dios está encarnada, no puede menos de ser el centro de todas las cosas. Ipse est mediator Dei et hominum, tenens médium in ómnibus ( 7 4 ). De toda esta doctrina surge en la mente de San Buenaventura la consi= deración especial de la humanidad de Cristo, para laque el Seráfico Doctor, como fidelísimo discípulo de Francisco, tuvo un ardentísimo amor. Esta devoción a la humanidad de Cristo se encuentra ya en San Bernardo, es verdad. Sin embargo, como prueba el Padre Kneller, S . I., fueron San Fran= 100 S ím b o lo m e ta fís ic o e n la e s p ir itu a lid a d fra n cis ca n a ( 68 ) Cuthbert, O. F. M. Cap., Life of St. Francis', London, 1925, p. 66 s. ( 69 ) B ussum , o. c., p. 15 . (70) Cfr. Legenda S. Clarae Virginis, ed. Francesco Pennachi, Assisi, 1910. (71) Cfr. Fe rré , M. J., Le livre de l’expérience des vrais fidèles, París, 1927. Optima edición de las visiones y revelaciones de la Beata Angela. (72) De quinqué festivüatibus Pueri lesu, fest. 3 , n. 1. (73) Cfr. Obras de San Buenaventura, t. II, B. A. C., Madrid, 1946, Intro­ ducción del P. B. Aperribay, O. F . M., p. 6 ss. (74) In Hexaëm. Col. 1, n. 10.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz