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voluntarismo en su forma clásica. ¿ E l ser es antes que el bien y la verdad antes que la amabilidad? Las soluciones contrarias son bien conocidas en sus razones ( 4 4 ). Los tomistas creerán más eminente la raíz que lo radicado y les parecerá con* tundente el argumento de que al amor presupone la intelección. Pero a nosotros no nos parece tan ciara la conexión de esas consideraciones con lo que se pretende probar. Pues lo mismo que el argumento no valdría para afirmar la prestancia del sentido sobre el entendimiento por el simple hecho de que la intelección suponga la imagen sensorial, de igual manera en el problema presente no se puede dictaminar sin más con una lógica especiosa. En el fondo de la cuestión está el determinar si verdad y bien (en cuanto apetecible), lo mismo que ser y bien, guardan en sus formalidades propias algún respecto de jerarquía que dé pie para ver entre estos conceptos una reía* ción lógica de superior a inferior. Y el argumento que nos parece suficiente para justificar la teoría de la preeminencia, primero del bien sobre el ser, y después del amor sobre el entender y de la voluntad sobre el entendimiento, se apoya en el análisis intuitivo de los conceptos: E l bien es la razón perfectiva, completiva del ser ( 4 5 ). Y no hay duda de que es más eminente lo que perfecciona que lo perfeccionado. Es evi= dente que el amor supone la intelección, pero no como un principio que lo constituye, sino como algo a manera de instrumento del que se vale domina* tivamente para lanzarse a la posesión del bien absoluto que entraña el ser. Esta subordinación entre razones formales no se impide porque exista una precedencia lógica del ser, de la verdad, del entendimiento, respectivamente. De un modo análogo se dice que los medios son inferiores al fin, a pesar de que su realidad tenga que preceder a la consecución efectiva del mismo fin. Pues ser, verdad y entendimiento son considerados aquí como envolviendo en sí mismos un ser=para que se determina y corona en el bien absoluto, en el bien amabilidad y en el amor. Porque si el ser lo primero es gran dignidad, mayor excelencia hay en ser lo último cuando esta posterioridad tiene por razón ser hito y aspiración de los anteriores. Lo más perfecto viene en último lugar porque presupone para su existencia el servicio de los inferiores. Y éste es el fin de todo: la con= sumación en el amor. Con ello, tocamos ya el segundo punto esencial en que se apoya la actitud religiosa franciscana: La consumación de todo en el amor. Oigamos un momento al Doctor Seráfico: E t ibi (in exercitio sapientiae) est operatio transcendens omnem intellectum, secretissima, quod nemo scit, nisi qui experitur. In (44) Woestyne, Z. Van De, O. F . M., Cursus Philosophicus, Mechliniae, 1921, t. II, p. 343. (45) Cfr. Ventosa, 1. c., p. 32: Exponiendo el texto del Itin., c. 6, n. 1, «Sicuí. autem visionis essentialium, etc.» dice que San Buenaventura nos habla aquí de un orden metafísico «quoad perfectionem» sobre otro orden «Quoad absolutio- nem». Interpretación que cuadra muy bien con nuestra idea sobre la dignidad del amor en San Buenaventura, salvando perfectamente el peligro de un volun­ tarismo metafísico que pretenda hacer del bien la raíz del ser. 91 S ím b o lo m e ta fís ic o e n la e s p ir itu a lid a d fra n cis ca n a

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