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R . P . B e r n a r d in o d e A rm e lla d a 91 en la mayor importancia de esta operación volitiva sobre la tendencia inte= lectual hacia la verdad. T a l vez la denominación no sea suficientemente ade= cuada Pues veremos en las reflexiones que siguen cómo en ese nombre se significa parcialmente nada más y en su fase menos profunda el contenido metafísico de toda la corriente platónico=agustiniano=franciscana. Usaremos, a pesar de todo, ese nombre «voluntarismo» con el alcance y significado que veremos. No hay que perder de vista que nos hallamos ante el punto más crucial tal vez de todo el pensamiento platónico agustiniano. Voluntarismo significa exactamente «primado de la voluntad». Y «pri= mado de la voluntad» es una idea que trastorna a muchos por creer que su interpretación es homogénea en todos los autores que la suscriben. Lo más grave de la confusión es que se miran como fundamentales en el voluntaris= mo los errores más disparatados que han defendido algunos filósofos de esta corriente. Porque el voluntarismo de la escuela franciscana no es una reducción de todos los actos intencionales a puro ímpetu volitivo, como po= dría ser el voluntarismo de Schopenhauer, Paulsen o Bergson. De la misma manera que el intelectualismo tomista no consiste en explicar toda la activi= dad vital del alma por simples representaciones de ideas inflexibles, como hacen los estoicos o Spinoza. Y está lejos también de la mentalidad que estu= diamos un predominio tal de la voluntad, que se le atribuya, como hicieron los nominalistas y Descartes, la determinación caprichosa de las esencias. Examinaremos la noción de bien, ya que el objeto es quien da valor a la tendencia. La noción aristotélico=tomista es suficientemente conocida: E l ser, en cuanto que es apetecible ( 3 1 ), o, lo que es lo mismo, en cuanto que se refiere a la voluntad. De igual modo el ser vendrá a ser verdad por su relación al entendimiento. Parecería cuestión sin importancia el preguntarse si el bien es bien porque se refiere a la voluntad, o si la voluntad tiende a él porque es bien ( 3 2 ). Como ocurre siempre en un punto de partida, no se aprecia la trascendencia de una desviación mínima hasta que se ha caminado largo rato. Aquí nos pasa lo mismo. Definir el bien prescindiendo de su comparación con la voluntad — así lo supone San Buenaventura ( 3 3 )— , nos lleva a hacer de él más que el ser referido a la voluntad, la dinamis esencial que penetra en su entraña para hacerlo difusivo de sí mismo, la fuerza que le impele tomar un estado muerto. E l bien será, por tanto, la razón más profunda de toda la actividad de los seres. Con razón, puede el Padre Bissen decir que para San Buena= ventura el acto puro es actividad más bien que actualidad ( 3 4 ). U n intelectualista cree encontrar el fallo de esta teoría, que sitúa el bien (31) «Bonum enim aliquid est, secundum quod est appetibile». S. Th. 1, q. 6 , a. 1 , c. (32) Cfr. Iturgoyen, Carmelo de, O. F. M. Cap., De Incamationis motivo ac de Christi Domini Primatu. Coll. Franc. 7 (1937), p. 169, nota 4. (33) 'Véase el famoso texto del Itinerarium, cap. V I, 1, que más adelante ten­ dremos ocasión de examinar detenidamente. (34) «Pour lui, l’acte pur est activité plutôt qu’actualité.» B issen , o . c ., p. 94.

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