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principio de formación de ser» ( 2 7 ), algo muerto que nuestra inteligencia tiene que vivificar. Para San Buenaventura, las ideas dicen metafísica y primeria simamente similitud, expresividad de D ios, vida que vivifica los entendi= mientos humanos. Entre estos rayos de luz divina que son las cosas, empieza a trabajar su alma seráfica. La doctrina maravillosa del ejemplarismo será ya una ex= pansión de análisis y consecuencias. Toda la creación es considerada en su misma esencia como la prolongación creada por el Verbo Eterno, todo son llamadas de Dios, palabras. La clave está en saber escuchar. Omnes creaturae effantur Deum. Quid ergo faciam? Cantabo cum ómnibus. Crossa chorda in cithara per se non bene sonat; sed cum aliis est consonantia ( 2 8 ). Saber escuchar a la creación y dejarse llevar al reclamo de esas voces. Esto ya toca a la esencia del espíritu franciscano. Es el hondo sentido de elevación que entre las creaturas más humildes ha encontrado siempre el franciscanismo. E l luminoso sentido anagógico ( 2 9 ) que contempla todo como explanación creada y reflejo de la síntesis divina. Esto que dejamos consignado como principio general, lo veremos más adelante en la floreciente realización de la santidad franciscana. Basta, por ahora dejar bien segura la verdad de que el simbolismo místico del francis= canismo es un vuelo seráfico sobre las cosas, que tiene más razón y profun= didad de la que tendría una piedad enfermiza ( 3 0 ). 2 . V o lu n ta rism o . En la conclusión del simbolismo metafísico tenemos ya una clave mu^ fundamental para la consecución de nuestro propósito. Pero aún no lo tene=- mos todo. Hasta ahora, hemos dado simplemente la realidad formal de un hecho. Es decir, nos hemos ocupado de unas razones lógicas que nos llevan a la afirmación de que las cosas deben ser necesariamente esto: Reflejos, expresiones de Dios. Ahora pasamos a otro principio. E l nos va a descubrir el secreto de la energía íntima que mueve esa emanación luminosa de la creación ejemplari= zada: La idea del bien. Como se llama «bien» al objeto de la voluntad en su acto amoroso, se ha dado el nombre de voluntarismo a la corriente filosófica que ha insistido 90 S ím b o lo m e ta fís ic o e n la e s p ir itu a lid a d fra n cisca n a lo niega; porque admite que se pueda dar algo más, algo superior al Innnito; es decir, la suma de éste con el otro ser hipotético independiente de él. Y esto repugna. «Hacia Dios», Roma, 1940, p. 43. (27) B issem , o. c., p. 30. (28) In Hexaem., col. 18, 25. (29) «Unde omnis nostra cognitio in cognitione sacrae Scripturae debet ha bere statum, et máxime quantum ad intellectum anagogiac, per quem illumina- tio refertur in Deum. unde habuit ortum.» Reductio art. ad Theol., n. 7. (30) Arriba, en la nota 6 , hemos apuntado la nota ligera e insensata de O. Ka rrer. No faltan autores que, sin llegar a esos extremos, parecen, sin embargo, tener una opinión bien pobre acerca de la raigambre de la doctrina espiritual del franciscanismo.
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