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P . Leandro d e B ilbao, O. F. M . Cap. 4 5 ocasiones históricas, sin embargo podemos estimar que el fenómeno presente es único por su forma, su amplitud y su programa. Al carecer de todo abolengo clásico en nuestra lengua el término «masa» no se puede definir por nada de lo pasado, sino que hay que ir definiéndola al trote de los acontecimientos. Hay un trémolo en la palabra «masa» que qu¡= siera compulsar fielmente. Como «las masas» han invadido muchos sectores de la vida humana, se van definiendo por la actuación específica en cada una de esas dimensiones. Ortega y Gasset queda corto en su libro La rebelión de las masas. Tal vez no necesitará ir más lejos por el enfoque limitado que hace de la cues= tión al considerar la irrupción de «las masas» como fenómeno barbarizante de nuestra cultura, con las repercusiones que en la sociedad pueda tener esta inusitada privanza de lo vulgar y plebeyo en la rectoría de los estados. Limitada así la cuestión, indudablemente que «las masas» se definen por algo inelegante y retrocesivo. Es parte de la verdad, y dentro de la parcia= lidad verídica, Ortega hace cirugía de maestro sobre la situación que analiza. Merece la pena de cobrarle algunas citas. «Hay un hecho que, para bien o para mal, es el más importante en la vida pública europea de la hora presente. Este hecho es el advenimiento de las masas al pleno poderío social. »Como las masas, por definición, no deben ni pueden dirigir su propia existencia, y menos regentar la sociedad, quiere decirse que Europa sufre ahora la más grave crisis que a pueblos, naciones, culturas cabe padecer» (i). Ortega habla de una definición de masas, que presupone de acuerdo con el lector, pero que él no ha formulado antes. De común acuerdo nos ponemos con el autor sólo para una definición provisional, elemental, que seguramente es la que él supone; el predominio del hombre vulgar, del hom= bre que en el seno de las nacionalidades recibe el despectivo nombre de «pueblo». Numéricamente, los hombres que forman la masa triunfadora preexis» tían, los componentes de esta muchedumbre no han surgido espontáneamente; lo que no existía antes eran las muchedumbres como unidad de acción histórica. Los individuos, componentes multitudinarios, preexistían repar= tidos por el mundo, solitarios o en grupos inoperantes, con vida «divergente», «disociada», «distante». Cada cual, grupo ó individuo, ocupaba un sitio, tal vez el suyo, en el campo, en la aldea, en la villa, en el barrio de la gran ciudad. Y de repente se presenta arrolladora la muchedumbre en el puesto rector de las minorías; la muchedumbre se ha hecho visible y se ha instalado en los lugares preferentes de la sociedad (2). Ya tenemos un elemento definidor de «las masas» en el pensamiento orte= guiano, con quien no podemos menos de coincidir. La masa es algo opuesto a la minoría al grupo de selección que en la funéión rectora de la sociedad y de la cultura ha sido suplantada por la masa gregaria, la que, indudablemente, ( 1 ) Obras completas (Madrid, 1947 ), tom. IV, p. 143 . ( 2 ) Cf. O r t e g a y G a s s e t , o. c., p. 144 - 145 .

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