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44 E l cristian ismo y las masas y justas del trabajo, del jornal, de la huelga, del capital, de los beneficios, de la intervención del Estado, etc..., todo eso que se estudia en la nueva ciencia sociológica. Es más, en la solución de las grandes necesidades de los menesterosos y los grandes problemas económico=sociales, la Iglesia debe movilizar toda su caridad cristiana e ir en busca del prójimo que no tiene qué comer o carece de morada digna, o muere desvalido por falta de asistencia médica o le amaga una vejez desamparada. Lo que nunca se puede exigir de la Iglesia es que ésta intervenga en los asuntos de la ciudad terrena por motivos puramente económicos o políticos. Lo que nunca se debe exigir a la Iglesia es una inmersión en la temporalidad vana del vivir terreno de los hombres, olvidando que la misión de la Iglesia es el de la salvación de las almas, es la defensa de los intereses del Reino de Dios en la tierra, es mantener entre los hombres la palabra de Jesús que condena las riquezas y el afán de los goces terrenos porque «mi reino no es de este mundo». No conocía a Cristo aquel hombre que se le acercó suplicante: «Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia.» «Pero, hombre, ¿quién me ha constituido juez o partidor entre vosotros?» No quiere Jesús intervenir en cosas temporales; El no ha venido para eso, y advierte: «Mirad de guar= daros de toda avaricia, pues, aunque se tenga mucho, no está la vida en la hacienda.» Esta vida, que no está en la hacienda, es la que interesa a la Iglesia, es la que le encomendó Jesús... En este sentido no incumbe a la Iglesia la solución de la llamada cuestión social; es tarea de la autoridad civil, del Estado. La intervención de la Igle= sia en la misma es por motivos de orden espiritual. Quien no comprenda esto, no conoce a la Iglesia de Cristo. La actuación de muchos eclesiásticos ha contribuido a este desdibujas miento de la idea clara de la Iglesia. Han llevado la cuestión social al púl= pito no como tema de la doctrina de la Iglesia, sino como reclamación del pueblo y con ello han corroborado la injusta exigencia de «las masas». En vez de luchar por foi'mar la conciencia del pueblo se ha adulterado con tamaños desafueros. Ha emergido en la superficie clara del Cristianismo el fenómeno social de «las masas». Estas han hecho acto de presencia, presentando exigencias y pidiendo que todo se ponga a su servicio. Como veremos a continuación, es la forma normal de actuar de «las masas». Merece la pena definir y analizar este fenómeno. ¿Cómo definirlo? Resulta difícil esquematizar una realidad inacabada, que cada día va presentando nuevos planos. Esta de «masa» es una de esas palabras poliédricas que no se pueden definir sino haciendo el recuento de todos sus planos. En nuestra literatura clásica es desconocida esta palabra en el sentido de cualquier agrupación humana. Nuestros clásicos hablaron de pueblo, tur= bamulta, vulgo, etc., pero no conocieron una presencia política de hombres, secularmente cancelados, en la vida pública de las naciones. Aunque la irrupción de las masas en la vida pública se haya dado en otras

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