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P. Leandro d e B ilbao, O. F. M . Cap. 43 No puedo desconocer la enorme importancia que tiene actualmente toda obra de caridad cristiana. Todo lo que se realice en este sentido es poco. Las necesidades materiales son grandes, la caridad urge. El error que localizo está en creer que es esa la razón de la crisis reli= giosa contemporánea. Me resulta monstruoso admitir que el vacío de las almas es un reflejo del vacío de los estómagos. Esto es desconocer siete siglos enteros del Cristianismo, que cubre el secularizador proceso del Humanismo. Yo no sé si en el conjunto de la predicación eclesiástica se haya llegado a abusar del tema de la cuestión social en el pulpito. Pero sí podemos asegu= rar que en algunos sectores ha llegado a ser moda; que la predicación de algunos eclesiásticos se ha deslizado por el tobogán fácil de la declamación demagógica y halagadora de las masas. ¿Podemos asegurar que el apostolado moderno está definido por la cues= tión social principalmente? Sería negar las más claras realizaciones de la civilización moderna y la existencia de sectores sociales fuera de «las masas». Cierro más la interrogación. ¿Se puede asegurar que el mismo problema de «las masas» quedaría liquidado solucionando la cuestión social?» Es desco= nocer el problema de «las masas». Los que creen que el problema de «las masas» es un problema económico piensan lo mismo que Carlos Marx; dan una interpretación típicamente marxista, muy lógica partiendo de un mate= rialismo histórico, pero inadmisible dentro de la espiritualidad cristiana. Con demasiada frecuencia se asegura que la evangelización de «las masaá» exige la previa solución de la cuestión económica. Si esto es verdad, tenemos que concluir que predicamos un Evangelio distinto del de Jesús, pues el de Cristo fué predicado a los pobres, a los menesterosos, a los humildes y éstos lo recibieron y Jesús hizo por ello una acción de gracias al Padre. Es claro que si «las masas» exigen la solución previa de la cuestión econó= mica, no es por la incompatibilidad de las mismas con el Evangelio, sino con la Iglesia, a la que no conocen bien, porque nadie se lo ha enseñado, o por= que la han presentado falsificada; porque tal vez ella misma se haya hecho interpretar; mal porque los hombres que la representamos ante las masas no vivimos con la suficiente santidad de vida, demasiado ganosos del bienestar terreno. «Las masas» piden injustamente a la Iglesia la solución de la cuestión social. El mero hecho de esta exigencia es una prueba clara de que algo se ha falsificado en la conciencia de «las masas». I PRESENC IA Y D E F IN IC IO N DE LAS MASAS La sociedad cristiana puede exigir de su Iglesia una doctrina social que responda a las necesidades presentes y determine las condiciones morales

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