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7 8 E l c r is tia n ism o y las m asas se nos presentan insuperables. Pero situados en una sociedad económica* mente equilibrada, sin lucha de clases; una sociedad bien abastecida, ¿acep= taría la espiritualidad de Jesús? Pongámonos a leer con estos criterios el Evan= gelio y cualquiera podrá observar resistencias espontáneas entre el espíritu de Jesús y el espíritu de esta Era de Jesús. Indudablemente que hay algo que hacer socialmente, aunque no sea más que barrer una objeción tan per= niciosa a la predicación evangélica, como es la acusación del marxismo con= tra la Iglesia. Mientras en alguna parte escribió el gran Donoso Cortés: «¿Creéis que un déficit de Hacienda puede ser causa de una revolución? Cavad más hon= do.» algunos escritores católicos condicionan tan fuertemente la recristia= nización del mundo a su reconstrucción económica, que parece que vienen a dar la razón a Carlos M arx poniendo todo en función de la economía. La Iglesia necesita prestigiarse ante «las masas»... E l pensamiento pontificio es algo diferente; descubre la auténtica veta de la descristianización europea, especialmente de «las masas» y sitúa el factor económico=social en su propia esfera de influencia circunstancial. Pío X I I , en su radio=mensaje a! pueblo español del 19 de abril de 1939 , con motivo de la terminación de la guerra civil exhorta a los gobernantes y pastores de la Católica España a que «iluminen la mente de los engañados, mostrándoles con amor las raíces del materialismo y del laicismo, de donde han procedido sus errores y desdichas y de donde podrían retoñar nuevamente. Proponedles los principios de justicia individual y social, sin los cuales la paz y la prosperidad de las naciones, por poderosas que sean, no pueden sub= sistir y son los que se contienen en el Santo Evangelio y en la doctrina social de la Iglesia». No se puede desconocer la importancia que lo social tiene en la recristia= nización de «las masas». T a l vez constituya un problema previo, cuya solu= ción condicione la recristianiación, pero nunca podremos centrar esta recris= tianización en lo social. La fuerza interna del Evangelio no está en las despen= sas repletas de los cristianos, sino en la espiritualización de sus corazones. He creído oportuna esta larga crítica al libro del Padre Lombardi, jus= tamente por la resonancia mundial que ha logrado y porque en el fondo ese libro refleja más que un optimismo objetivo, un entusiasmo subjetivo bajo la influencia del éxito personal que ha obtenido como predicador. Un hombre que logra contemplar esas ingentes multitudes entusiasmadas por su elocuen= cia, que se ve rodeado de las más altas consideraciones por parte de cardenales, obispos, cancilleres y a quien abren sus puertas incluso parlamentos y senados, es fácil que confunda «su mundo» con «el mundo». Lector: he procurado definir la naturaleza y la problemática de «las masas». Sé que muchos puntos de vista serán discutibles y se debe discutir

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