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72 E l c r is tia n ism o y las m asas industriales la configuración misma de esas masas ha presentado dificultades típicas al ministerio pastoral, y en esas muchedumbres que rebasan el tradi= cional concepto de parroquia, la instrucción religiosa ha sido muy escasa, por lo que la ignorancia religiosa ha llegado a proporciones tan brutales que determina una paganización en curso. ¿Apostasía? Desde el momento que reconocemos la ignorancia en juego tan decisivo en la innegable mengua religiosa, ya no podemos hablar de «apostasía», sino de caída. L a apostasía es un acto consciente y claro de abjuración. Nuestras masas cristianas no han llegado a eso, han caído en el error, se han deslizado en las tinieblas por un oscurecimiento de la luz. Ellos, tal vez, no la han apagado, se Ies ha apagado. En la condenación del Comunismo, Pío X I I tiene muy en cuenta esta situación, y la excomunión no recae sobre ninguno de estos arrastrados en la resaca. Para determinar la apostasía de «las masas» tendríamos antes que conocer la profundidad alcanzada por la penetración de la filosofía clasista en las masas; lo mismo que el Catolicismo no se puede computar por las partidas de bautismo, pues con este criterio no existiría problema. ¿Cuántos son los católicos que en su entrega a la lucha clasista han renun= ciado a su fe por incompatibilidad de ésta con sus nuevas ideas? Estos son los términos precisos de la cuestión. L a formulación vulgar de la conciencia de clase tampoco sirve. E l sentido de clase para la mayoría de los empadronados en «las masas» es «compa= ñerismo», no trasciende el gesto ganoso de la victoria meramente política. Alguna vez los Papas han hablado de «la apostasía de las masas». Han dicho que «las masas» se apartan de la Iglesia. Esta fórmula es ya exacta. L a acción política de «las masas», es hostil a la Iglesia. «Las masas clasistas» disciplinariamente están fuera de la Iglesia y en la práctica de la vida cris= tiana la ausencia de las mismas es un hecho ya consumado en proporciones alarmantes. Esta es la auténtica crisis, a mi juicio. Los cristianos se dan cuenta de su posición frente a la Iglesia. Por muy ignorantes que los queramos suponer, ellos saben que no pisan la Iglesia como los otros. La ignorancia puede ser un atenuante a la hora de las responsabilidades, para el momento de en= juiciar individualmente la gravedad del pecado. Pero como hecho co!ec= tivo la posición de «las masas» constituye una grave crisis religiosa. Esta posición descansa en un expreso y confesado «anticlericalismo». Repudian a los ministros oficiales de la Iglesia. ¿Hasta qué punto este anticlericalismo es compatible con la integridad sustancial de la fe? Es un problema que pre= sentó a la competencia de mis lectores. Mas nadie negará que es el producto neto de la propaganda blasfema y calumniosa de los agitadores. Y en este sentido el «anticlericalismo» cae del aldo de la incompetencia, de la ignoran= cia, del engaño, del error a que han sido arrastradas «las masas». Otro descargo que podemos hacer a favor de los cristianos, enemigos de su propia Iglesia, es ver en su «anticlericalismo» una mera posición anti= burguesa. E l clero en la mentalidad clasista está situado en el cuadro de las organizaciones burguesas. Personalmente, el sacerdote pertenece a una clase distinta de la de ellos. La misma Iglesia, con la solemnidad de sus cultos, a veces cae dentro de
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