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P . L e a n d r o d e B ilb a o , O . F . M . C a p . 67 conocer !a fuerza interior que empuja a «las masas», que seguir la trayec= toria de la acción política de las mismas. Para ios sacerdotes, que somos evagelizadores, ideólogos, no de modos humanos de pensar, sino de la Palabra Sustancial que habló a los hombres, es mucho más trascendental conocer la palabra de muerte y condenación que se ha predicado a «las masas» para alejarlas de quien es Camino, Verdad y V ida. \ Agrupar las fuerzas del bien y del mal, contendientes, en dos bloques: el oriental y el occidental, como a veces se hace entre nosotros, es desconocer los términos de la contienda. Los antagonismos políticos, económicos o militares que enfrentan medio mundo contra el otro medio, no pueden de= marcar los términos de la crisis religiosa. Desde el punto de vista religioso, no existen los dos bloques: tan ateos y materialistas son unos como otros, ambos bloques están identificados en la misma negación humanista. En este sentido, creo que el Padre Lombardi presta un servicio flaco a la claridad de ideas que tanto necesitamos en estos momentos los católicos, pero especial» mente los sacerdotes ( 18 ). No podemos nosotros, los sacerdotes, desconocer la faz auténtica de «las masas»; nos interesa más llegar a su alma, que explorar condolientes su es= tómago. L a misma acción política y revolucionaria de «las masas» puede condu= cirnos a una visión falsa de la torva personalidad social de las mismas. En la perpetración de un crimen pueden intervenir motivaciones las más dis= pares, que agravan o descargan la culpabilidad del delincuente. E l mismo gesto revolucionario puede partir de motivos los más dispares. Esta moti= vación, esta ¡dea impulsora es la que interesa conocer desde el punto de vista religioso. Sería imperdonable en nosotros, los sacerdotes, enjuiciar a «las masas» por el tiroteo de los huelguistas, por las barricadas, o por el incendio de iglesias y conventos. Todo esto lo realiza con identidad de gesto el popu= lacho. Confundir a «las masas clasistas» con el populacho es borrar toda la evolución social y la historia que media entre la Revolución francesa y nos= otros. E l populacho que se moviliza a los acordes de la Marsellesa realiza una revolución burguesa. E l populacho integrado por elementos irrespon= sables, agitados por una propaganda que halagaba sus instintos primarios, sin organización, sin ideología propia, al solo grito de la libertad, pero al servicio del libertinaje, con la prostituta, con el delincuente, con el vago, con el cliente de las calles malfamadas, todo el estrato social que mira al mundo desde abajo, desde las perspectivas de las tabernas, dista mucho de «las masas clasistas», que luchan con una programación concreta y aspiran a una organización de la vida social al dictado de sus modos y a la medida de su propio gálibo espiritual. L a Revolución Francesa sólo cabe en el cuadro de la revolución «cla= sista» como un antecedente político en las actuaciones del pueblo y, sobre todo, por la afinidad y coincidencia de la ideología burguesa con la clasista (18) Véase su libro Para un mundo m ejo r (Barcelona, 1953).

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