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P . L e a n d r o d e B ilb a o , O . F . M . C a p . 61 conciencia individual, pierde resistencias el sentimiento religioso y termina por desaparecer. Las masas crean su propia cultura y en ésta no tiene cabida normal= mente el sentimiento religioso como confesión determinada. Sólo en el caso de un predominio de un grupo sobre los demás, pero en tal caso partimos de un supuesto totalmente opuesto al real, negamos la heterogeneidad de «la masa». Podemos suponer otra situación más propicia. Dentro de una misma nación y con emigrantes del mismo credo católico, se han formado agrupa= ciones obreras. Los sacerdotes conocemos muy bien la evolución religiosa de estos trashumantes. Estos hombres eran inicialmente creyentes. Han ido a la fábrica con su religión vivida más o menos intensamente en sus parro= quias aldeanas. Su fe nunca fué allí combatida. ¿V ivieron íntimamente su cristianismo? Es fácil sospechar que en muchos de ellos la vida religiosa tenía más de oficial que personal. Hacían lo que no todos hacían, lo que reci= bieron de sus padres. Sus convicciones religiosas tuvieron una base discur= siva, fueron aceptadas sin discusión. A l llegar a la ciudad y caer en un ambiente de abandono religioso, cuando menos, y las más de las veces, hostil a la idea religiosa, se adaptaron a la nueva mentalidad. Desarraigados de la parroquia dejaron allí «las cosas de allí». Una de las cosas abandonadas es la vida religiosa. Se podrá ahondar más en este proceso psicológico, pero a mí sólo me interesa constatar el hecho. Aun en estos choques menos violentos del individuo con la multU tud heterogénea, ésta llega a predominar, el individuo sucumbe en la inmer= sión. Indudablemente que estamos frente a un problema de apostolado mo= derno, por lo menos en cuanto a su razón de ser. Luego veremos si esto implica métodos nuevos. Por lo menos, el hecho es nuevo. Las multitudes industrializadas se descristianizan, hay que llevarlas de nuevo el Evangelio. Creo que «las masas» de hoy se pueden definir como «multitudes satanU zadas». La ausencia de Dios siempre la llena Satán. Las multitudes pueden ser religiosas; «las masas», incorporadas a nuestra vida social moderna por el industrialismo, de «hecho no lo son». Esta pérdida de la espiritualidad diferencia a la multitud de «las masas», luego por ella se definen éstas. L a fundamental heterogeneidad de «las masas» produce la pérdida de otros valores morales y culturales que no puedo analizar. Para los fines de mi trabajo, me basta consignar el fenómeno religioso. 2 . La deshumanización del hombre .— Esta nueva acusación fiscal recae verticalmente sobre la forma misma del trabajo industrial. No es un mero achaque reflejado indirectamente en las masas, sino una acción directamente destructiva del industrialismo. Sería perder equilibrio mental concebir el trabajo moderno como un pro= ducto del liberalismo como fuerza política o como pensamiento filosófico. Este no es más que una de tantas fuerzas anticristianas que dimanan del pensamiento moderno, anclado en el paganismo racionalista desde el Rena= cimiento.
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