PS_NyG_1955v002n002p0039_0079
P . L e a n d r o d e B ilb a o , O . F . M . C a p . 59 en el otoño de 1933 por el Gobierno de los Estados Unidos. En Dinamarca se sacrificaron semanalmente 1.500 vacas y su carne se convirtió en abono mineral. En la Argentina se sacrificaron simplemente centenares de millares de corderos viejos para dejar sitio a las generaciones nuevas. Y así sucesiva» mente. Todo esto en una época en que millones y millones de obreros están sin trabajo, sus familias hambrientas y vestidas de harapos. ¡En la historia de la humanidad no se ha registrado jamás nada semejante» ( 10 ). Así es= cribe el ex profesor de la Universidad de Budapest E . Varga. E l capitalismo adopta los mismos métodos anticristianos e inhumanos en el trabajo. En la economía capitalista el hombre significa poco frente al dinero. Comparé antes dos hechos similares de agrupaciones humanas: la que se efectúa alrededor de las abadías benedictinas y la realizada por el in= dustrialismo alrededor de la fábrica. La primera no origina la crisis de «masas» de la segunda. En la antigua Europa los hombres emigran a las primeras fuentes de riqueza, las tierras que se abren al laboreo. Los hombres se ponen en contacto con los fundamentales medios de subsistencia y quedan erirai= zados en la gleba. Su existencia, siempre dura, está respaldada normalmente. La crisis les podrá sobrevenir de los mismos elementos cósmicos ante los que sólo cabe la resignación. Esas multitudes acomodadas sobre la tierra no degeneran por el resentimiento que se da por la vida de la iniquidad humana. Estas multitudes eran, por otra parte, culturalmente y en lo religioso, homogéneas y con una afirmación sobrenatural del individuo que le impedía diluirse en lo multitudinario. Lo perturbador del agrupamiento demográfico industrial está en las cir= constancias adversas e irritantes, diferentes diametralmente de las ante= riores. Las multitudes que acampan alrededor de los muros renegridos de las fábricas han perdido el contacto telúrico de la naturaleza. Su existencia está a merced del capricho humano, no tienen el equilibrio vital, son multi= tudes mercenarias, sin más base de subsistencia que el jornal menguado. E l hombre que se acogía a la protección monacal no era un movilizado, trabajaba individualmente y directamente buscaba el pan para sí. E l obrero moderno ha sido llamado por la sociedad, ésta le ha movilizado y él ha acudido al servicio urgente. E l hombre ha entregado a la sociedad su esfuerzo y sólo cuenta con éste para su existencia. Este hombre tiene que sucumbir si la so= ciedad no le ampara. Este hombre que trabaja tiene derechos innegables y la sociedad, beneficiada por su trabajo, tiene que respaldar su existencia contra todo evento normal de su nueva forma de vivir. Cuando la sociedad no cum= pie este compromiso, el obrero queda fundamentalmente desamparado. Mientras trabaja, vivirá, en caso contrario, sucumbe. La sociedad, incumpli= dora de esta obligación, comete un crimen de lesa humanidad. E l proletariado se define por esta vertiente de desamparo. No es pro= letario el hombre porque sea pobre, sino por verse desamparado injustamente. En un momento de crisis económica el paro industrial deja abandonados, sin (10) Cf. E . V a rg a , La crisis y sus consecuencias políticas, 2.“ ed. Barcelona, cap. V.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz