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58 E l c r is tia n ism o y las m asas E l trabajo y el capital produjeron una insospechada riqueza, muy superior a toda la que Europa manejaba en sus emporios comerciales. A la hora de los beneficios, el trabajador cuenta poco, es un esfuerzo que se ha contras* tado igual que una mercancía. La esclavitud en nueva forma. Las pasiones humanas se desbordan insaciablemente y la industria se identifica con el capital. Las multitudes asalariadas reciben su jornal, cuando trabajan. Estos primeros lustros del Industrialismo europeo forman uno de los capítulos más negros de la historia humana. Son lustros de hambre, de miseria y des= esperación. E s indudable que la sociedad no estaba políticamente prepa= rada para organizarse, asimilando o reabsorviendo las nuevas realidades. Lo peor de todo fué la maldad humana. La codicia de riquezas que se despierta entre los hombres que mueven la industria. E l capitalismo sin entrañas, inhumano, sólo mira al éxito financiero; ciego, sordo y mudo a «las masas» depauperadas, con una duración exagerada de la jornada de tra= bajo, salarios reducidos, condiciones higiénicas pésimas en el trabajo, fá= bricas malsanas, explotación de los niños y mujeres, abusos de todas cla= ses... ( 9 ). Los métodos capitalistas inmorales se han venido aplicando hasta el presente. No debemos olvidar que, como dije anteriormente, «las masas» constituyen una realidad social que se está haciendo. Hoy mismo, mientras Europa vive un régimen de postguerra, con carestía de artículos de ali= mentación, mientras algunos artículos se hacen inasequibles a las clases humildes, se están quemando por miles de toneladas trigo, café, frutas, para mantener los altos precios. El 4 de diciembre de 1928 Calvin Coolidge hacía esta declaración del más puro optimismo ante el Parlamento norteamericano, en su mensaje de despedida: «El nivel de vida ha rebasado el mínimo de existencia y penetrado en la región del lujo. El resultado de una producción acrecentada se ha consumido debido a una mayor demanda dentro del país y... E l país puede contemplar el presente con satisfacción y mirar el futuro lleno de opti= mismo.» En este tono optimista liquidaban esos años las finanzas más potentes de Europa y América... En 1929 comenzó una de las crisis más fuertes del capitalismo. Y en Norte= américa se esperaba una mala cosecha como un acontecimiento feliz. La Tribune, de Minneapolis (Estados Unidos).,,, es cribía: «Nosotros, que hemos aprendido a orar por nuestro pan de cada día, oramos para que nos lo quiten: una desviación curiosa en el terreno de la teología como de la economía.» No quedaba otro remedio que pasar a la destrucción sistemática y en masa de los productos agrícolas de todas las clases. En los Estado; Unidos, en 1933 , se cubrieron de tierra 10 millones de hectáreas de algodón. En el Bra= sil se queman anualmente, se airojan al mar o se emplean en construcción de carreteras 10 millones de sacos de café. E l té no se recoge, no se sangran los árboles de caucho. Cargamentos enteros de barcos con fruta se arrojan al mar en Londres. Cinco millones de cerdos fueron comprados y destruidos 6 (9) Cf. R. Gonnard, o . c ., p. 271.
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