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40 E l cristianismo y las masas La Iglesia descansa segura en Cristo. En los momentos trascendentales de su realización histórica, a través de las generaciones humanas, la Iglesia se define sustantivándose en afirmaciones dogmáticas que responden a las necesidades o a la malicia de cada época. La Iglesia nunca se equivoca en estas afirmaciones. Estas constituyen fundamentalmente su fidelidad a Cristo. Hasta el final de los tiempos ense= ñará bien a los hombres, sin adulteraciones y sin desfallecer. La Iglesia es indefectible e infalible. Los malos cristianos ponen en peligro la salud de la Iglesia, y hasta la misma existencia en determinadas áreas. Estos momentos son críticos y nor= malmente la crisis entraña alguna negación de la palabra revelada por Cristo, y entonces la Iglesia repite a los hombres la revelación. Así lo hizo defi= niendo las dos naturalezas y la unicidad de persona en Cristo, la maternidad divina en María, la presencia de Jesús en las especies eucarísticas... Nadie puede negar que los tiempos modernos están trabajados por una crisis profunda; se ha negado a Dios, se ha negado el orden sobrenatural, el hombre es pura materia. La crisis materialista contemporánea ha coincidido con otra políticos social de proporciones catastróficas. El espíritu materialista, ateo, ha creado una civilización contradictoria en sus mismos postulados y que lleva la des= trucción en sus propias entrañas. La Iglesia tiene que predicar el Evangelio de nuevo a esta humanidad que ha venida paganizándose durante siete siglos y que ha culminado con la gran negación de Dios y de Cristo en el X IX y XX . La crisis religiosa moderna es de vida o muerte, de Cristianismo o paga= nismo, de espíritu o materia, de luz o tinieblas. La Iglesia no salva su fidelidad a Cristo si no afirma totalmente el Evan= gelio a ios hombres de nuevo, pues en el seno mismo del Cristianismo la negación espiritualista ha invadido proporciones tan grandes que ha deter= minado un problema religioso específico de «masas». El problema religioso de «las masas» va tan íntimamente ligado al social, que no se puede, a veces, deslindar ambos dominios. Indudablemente que lo religioso y lo social se influyen mutuamente en la crisis moderna, pero concretamente en el fenómeno social denominado «masa» ambos elementos entran como las dos porciones integrantes del todo. Ha sonado el grito angustioso de los trances agónicos. Lentamente la conciencia cristiana ha ido despertando y poniéndose de cara a la bárbara irrupción de «las masas» en los fueros de! Reino de Dios. Desde León X I I I se han sucedido los toques de alarma a un cristianismo que despertaba demasiado perezoso. Pío X I I ha sido perentorio, ha requerido de todos el esfuerzo supremo, obligado en toda inminencia catastrófica. Por primera vez en la Historia el Pontificado ha pedido a las órdenes religiosas una revisión de sus posiciones, de sus métodos, con miras a una puesta en marcha. En otras osazones históricas, los Romanos Pontífices habían hablado recio, pidiendo más santidad de vida en los claustros, pero esta vez ha sido para medir toda la capacidad de apos = tolado de los hombres entregados a la perfección, Lo mismo que se mide la capacidad ofensiva de los ejércitos ante las grandes batallas.

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