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P . L e a n d r o d e B ilb a o , O . F . M . C a p . 55 en acto de servicio. Por consiguiente, no hay culpables, pues no hay pecado. No hay más que una demanda inesquivable de la sociedad, que eixge a millones de hombres que se apresten para el servicio del colosal indus= trialismo. La fábrica, por un proceso de pura mecánica social, ha lanzado sobre la sociedad estas gigantescas cantidades de plasma humano, que han cristali= zado en una realidad social conocida por «las masas». E l industrialismo, en este sentido, no ha creado nada, sino meramente una situación nueva; ha polarizado en los centros industriales una densa aglo= meración humana, que existía desaparramada sobre la gleba. Es el proceso mecánico en la génesis de «las masas». Sería una simpleza detenerse aquí. E l «sansonismo» de la industria moderna nos ha condu= cido a la rebelión de estas masas que fraguan la comodidad terrena. Es la rebelión del «vulcanismo», a la que se ha llegado porque «las masas» pasaron de la impersonal multitud a la unidad política dentro del área social; la res= ponsabilidad que podemos poner a cuenta del industrialismo. No quiero ni remotamente enjuiciar estos procesos con criterio de econo= mista, ni sencillamente de sociólogo. Sería temerario ponerse a discutir desde estos puntos de vista, pues existe una verdadera orgía de escuelas y doctrinas, que el lector conocerá perfectamente. Además, desde el momento que analizamos desde cualquier punto de vista económico o social cae sobre el mero hecho histórico una coloración que nos induce al error de confundir el movimiento de auténtica dimensión histórica a uno de los mil problemas en que se destrenza o que va naciendo de él sucesivamente. E l hecho, considerado en su elementalidad, es éste. Históricamente las cosas han sucedido así, con toda esa sencillez. Lo s hombres se han agrupado sobre una banda y el barco navega escorado. Junto a este proceso en la génesis o formación de las masas que he lla= mado mecánico, existen otros dos procedentes de la dinámica de la orga= nización industrial. Las masas no sólo se han formadopor un proceso de suma o yuxtaposición. Estas multitudes, amontonadas socialmente, han proliferado extraordina= riamente en el clima propicio vital creado por la producción desbordada del maquinismo moderno. Al lado de este primer proceso dinámico está el segundo, sombrío y trágico: el proletariado. No hay duda de que la revolución industrial se impuso en Europa en un momento en que la sociedad no había avanzado proporcionalmente en la evolución social. No existía un pensamiento, una doctrina social, capaz de encauzarla normalmente. Políticamente la sociedad vivía encasillada en mol= des rígidos; por esas venas escleróticas no pudo circular el potente torrente vital que lo invadía y los nuevos modos de vivir se impusieron con violen» cia desoladora, que todavía persiste en nuestros días ( 5 ). (5) E l lector que desee ampliar esta visión histórica de nuestros tiempos, puede consultar el profundo estudio de R e n é G on n ard , Historia de las doctrinas
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