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52 E l cristianismo y las masas y no puede soportar la privación de los mismos sin resentimiento, sin deses» peración, pues nadie acepta fracasar en la vida; el aceptarlo sería otra forma de desesperación. Desde el momento en que «las masas» fueran capaces de sufrir resignada» mente perderían su elementalidad y, por consiguiente, dejarían de serlo en su sentido propio y moderno con que las difinimos. Y no es necesario que esta resignación nazca de un sentimiento reli» gioso depurado, ni mucho menos hacer del hombre corriente un santo. Una filosofía cualquiera que dote al hombre de ideas personales suficientes para superar la visión o interpretación hedonista de la vida bastaría para impedir que esos hombres formen batallón en «las masas». Un cínico o un estoico son irreductibles a esta cristalización social. Es cierto que en otros momentos históricos pueden darse fenómenos sociales de masa con diferente estructura político=moral. En la presente son la angustia y la desesperación derivaciones forzosas del materialismo nu= clear. E) Acción violenta. Nadie puede dudar de que en el mundo acontecen cosas raras desde hace algunos años. Cosas absurdas para los que han estado acostumbrados a mirar la vida y sus acciones con criterio ético determinado por nuestra fe cristiana. Las masas han hecho su acto de presencia violentamente. El hombre elemental ha recurrido en su lucha a lo que, frente a los demás, le sitúa, en un plano de superioridad, la fuerza. Las masas se presentan contundentes, y lo mismo en los estados previos de la contienda, como en los definitivos del triunfo las masas han actuado violentamente y han impuesto,por la violen» cia su voluntad. La razón de violencia es íntima. Entrañablemente han sentido sus ambi= ciones, ha sido violenta la falta de resignación en los sufrimientos de la vida, han dicho un no rotundo y enérgico a la pobreza y han entrado violen» tamente en discusión con los privilegiados, en el momento en que se han dado cuenta de que no había una razón suficiente para el privilegio ni motivo para la postración social. En su conducta política se revela la estructura del alma nueva de la manera más cruda y contundente. La clave de esta postura intransigente y avasalladora está en la imper» meabilidad mental. El hombre que ha vivido sin voz ni voto en la sociedad, en el momento que se siente superior, ha comenzado a dictaminar sobre las cosas. Esos juicios son definitivos en una conciencia que dictamina sobre su propia conveniencia. El filósofo, el sabio, que buscan la verdad, formulan su pensamiento con escepticismo, con algo de desconfianza en su esfuerzo. El hombre de las masas sabe perfectamente lo que le conviene o que le mor» tifica. Con ello forma sus juicios, sabe lo que tiene que hacer y lo que hay que derribar al paso. Las masas tienen su conciencia enraizada puramente en el apetito. Cuando obra al dictado del apetito se suprimen todos los trámites y se va directamente a la consecución o a la imposición de lo que se desea.
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