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P. Leandro d e B ilbao , O. F. M . Cap. 49 cienden la mera sociedad humana. Son los principios de la espiritualidad, de la cultura, de la patria... Las masas restringen el mando a su propia instalación en la vida. Las multitudes que se acampan y exigen acomodo representan bien a «las masas». Diez millones de soldados libres forman una turba temible. Diez millones de soldados acuartelados forman una masa. Diez millones de soldados, rao= vilizados por un genera!, forman un ejército. Los primeros viven desafora= damente y sin previsión, los segundos pueden organizarse en previsión y ordenanza voluntaria, los terceros viven dispuestos a sucumbir, si es nece= sario. «Las masas» nunca están dispuestas a sucumbir por nada heroico, sólo piensan en instalarse vitalmente en la sociedad. Esto me pone con un pie en el estribo para estudiar la tercera calidad de las masas, su antiespiritualismo. C) Antiespiritualismo. Estamos frente a una conquista definitiva de «las masas». Nadie puede lamentar que los «desconsiderados» de todas las épocas históricas hayan logra» do el acceso a los goces de la vida y a las comodidades que antes eran privi= legio de los adinerados. La gran industrialización de la vida moderna y los procesos de la téc= nica moderna han permitido que pasasen a ser patrimonio del uso común ventajas y medios de vida que antes resultaban inaccesibles en las formas rudimentarias de la producción industrial. Si comparamos a un hombre modesto de hoy con un monarca de t!empos pasados, nos sorprende ver que el obrero de hoy usa lienzos y ropas más finas que los antiguos reyes. El hogar moderno de la clase humilde es más cómodo y cuenta con más ventajas que la mansión señorial de los pasados aristócratas del siglo X V I. Nadie puede lamentar esta superación histórica de las generaciones pre= sentes... Mas interesa analizar el espíritu con que se posee esta cultura, este nivel de vida, estas ventajas. Todos usamos de las mismas ventajas, pero no todos somos iguales. El acceso de «las masas» a estas conquistas se define por su postura interior. La masa tiene apetito de goces materiales, de los goces fáciles de la vida; su alma está cargada de terrenalidad. La vida material se le ha hecho muy fácil para el hombre medio. Mien= tras las grandes fortunas iban siendo menos frecuentes, mientras las revolu» ciones típicas del X IX , recortadas al modo de la Revolución francesa, con inconfundible aire de marsellesa, iban despojando de sus antiguos bienes a los privilegiados abolengos y en la industria, próspera para el capitalismo, el obrero soportaba una dura existencia, gracias a los principios de la economía liberal, el hombre medio de cualquier clase social encontraba cada día más franco su horizonte económico. Cada día agregaba un nuevo lujo al reperto= rio de sus usos y consumos. Superada la etapa liberal, reconocidos como injustos e inhumanos los principios de libre ofrenda y demanda, se van gravando sobre el capital obligaciones de justicia social, y mientras el rico liberal ya no puede hacer de lo suyo lo que le dé la gana, sino que sus millones tienen que entrar en

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