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P . A le jan d ro de V illa lm on te, O . F. M. Cap. 3 5 y la reduce al orden de Adán. Y es entonces cuando se ve la importancia de una u otra posición, porque en esta cuestión está implicado el problema del puesto que María ocupa en la actual Economía de salvación. Y entonces sí que llegamos de verdad a uno de los problemas fundamentales de la Mario= logia y más lleno de consecuencias, según la postura que en él se adopte. C) Derecho de María a la inmortalidad. — Definido el dogma de la Asun = ción se abrieron nuevos cauces a la investigación teológica. La Madre del Señor, terminado el curso de su vida mortal, fué llevada en cuerpo y alma a los cie= los. Pero queda sin determinar el modo cómo la Virgen Santísima terminó su estado de viadora. En concreto, su relación al fenómeno natural=sobre= natural de la muerte, que es el camino normal de terminar el estado de viador. Es muy común admitir que la Madre del Señor terminó su estado de viadora muriendo, por la separación del alma y del cuerpo, reasumido luego para subir en cuerpo y alma a los cielos. También puede pensarse que María no murió, sino que fué llevada en cuerpo y alma a los cielos sin romper nunca la unión de cuerpo y alma. Es probable esta explicación. Basándose en que María murió, vienen luego los intentos de explicar los motivos y razón última de este hecho natural=sobrenatural. Todo descendiente de Adán, se dice, debe «connaturalmente» morir. No hay argumento ninguno para exceptuar a María, ya sea de la «ley de la muerte», ya de la muerte mis= ma. Mirando las cosas un poco más teológicamente otros proponen: La m¡= sión soteriológica de María exigía la muerte al lado del Redentor. María pasó por la muerte y tenia que pasar por ella en virtud de su misión de Correden= tora del género humano. Sin embargo, esta «necesidad de morir» en María (negarle el derecho a la inmortalidad, a no morir) tiene pocas garantías de llegar a convencer a todos. Mucho más razonable es pensar que la Madre del Señor, bajo ningún concepto estaba sujeta a la necesidad de morir. Poseía el don de la inmorta= lidad; al cual, sin embargo, pudo muy bien renunciar en atención a su misión de Corredentora. En esta opinión el hecho de la muerte es estudiado con una mirada más hondamente teológica. Es un hecho sobrenatural. En la Economía actual de salvación, según el Concilio Arausicano, la muerte no entra en el mundo si no como pena de pecado. No puede afirmarse que los hombres, mirados desde el punto de vista de la teología, hayan de morir como condición inevi= table de la naturaleza humana. El hombre es connaturalmente mortal; pero, de hecho, no muere por eso, sino porque pecó. Y entonces es vidente que María carece de título para morir: no es posible ver en Ella ninguna necesi dad intrínseca, ni una ley que desde fuera le imponga la necesidad de morir. María es inmortal, como consecuencia de su inmunidad del pecado original. El pecado — sobre todo, original— es la verdadera razón de que ahora los hombres tengan «necesidad de morir». Inmaculada en su concepción, no se ve de dónde podría venirla a María tal «necesidad de morir». Si se sigue manteniendo la muerte de hecho, no es menos cierto que la inmortalidad es una prerrogativa de María, a la cual pudo Ella renunciar por motivos simi= lares a los que Jesucristo renunció y se sometió a la muerte salvadora.

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