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P . A lejand ro d e V illa lm on te , O. F. M. Cap. 3 3 antes. Perteneciendo María al orden hipostático, el pecado original no era ni siquiera posible en Ella, dentro de las leyes de la actual Economía de salvación. La teología del misterio de la Inmaculada no pued2 consistir más que en esto: explicar el hecho dogmático por sus causas, ver las razones por las cuales debió ser así y no de otra manera; indicar su conexión con los otros privile* gios marianos, presentarlo como una deducción lógica de los principios fun= damentales de la Mariología y en profunda armonía con las leyes supremas de la Economía de salvación. Todo este estudio sobre el privilegio mariano estamos en camino de lograrlo con la mayor perfección posible, partiendo de aquí: de la pertenencia de María al orden de Cristo. De hecho, en la historia del dogma de la Inmaculada, los teólogos que hicieron progresar la verdad del privilegio y su correspondiente explicación teológica fueron inde= fectiblemente los que partieron de este elevado punto de mira: María, por razón de su predestinación, está incorporada al orden de Cristo, participa de su Primado absoluto sobre toda la creación. Por consiguiente, el pecado original, exclusivo de los hijos de Adán, no pudo afectarle a Ella en forma ninguna. B) El «debitum pecath en María .— A medida que progresaba la creencia en la Concepción Inmaculada de María y la teología de este misterio, los maculistas, fueron concediendo la posibilidad y la probabilidad de que María fuese inmune del original; pero siempre debería mantenerse la contracción «ju= rídica», la exigencia a contraer, lo que se ha llamado, en terminología desafor= tunada, «débito del pecado original». Definido el dogma, han sido desalojados de su posición fundamental y se han replegado en la defensa del «débito del pecado». Los actuales debítistas son los sucesores históricos de los antiguos maculistas. Los actuales debitistas no han de ser calificados con ninguna censura estrictamente teológica; pero ante la teología han de ser propuestos tan ilógicos y desacertados como los antiguos maculistas de siglos pasados. Teniendo en cuenta la pertenencia de María al orden hipostático, el puesto propio de Ella en la actual Economía de salvación, el admitir un «débito» del pecado original, tiene tan poco fundamento y contradice a los principios fundamentales de la Mariología en la misma medida en que los contradice la contracción del pecado original. Fijémonos de nuevo en esta categoría sobrenatural en que está colocada María. Desde el momento en que Ella se nos presenta en la misma categoría sobrenatural, participando de la capitalidad de Cristo, ya es imposible hablar de ningún débito del pecado original en María. Toda explicación teológica razonable y probable sobre el débito del pe= cado original tiene que admitir que para contraer dicho débito se requieren y bastan estas dos condiciones: a) El que se dice tener débito del pecado original debe pertenecer al «orden de Adán», en cuanto ser sobrenatural; debe estar moral=sobrenatural= mente recapitulado en Adán. b) Además, debe estar incorporado al género humano por el camino de una generación natural. Si falla alguna de estas condiciones no hay posibilidad de contraer el
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