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P. A lejand ro d e V illa lmon te, O. F. M. Cap. 29 Entre Jesucristo y sus cristianos se encuentra la Madre del Señor. Y tene= mos motivos bien fundados para proponernos sobre Ella una cuestión espe= cial. Por una parte, María no desborda los límites de una simple creatura, hija de Adán, según la carne, miembro de nuestra raza, absolutamente infe= rior a Jesucristo Dios=Hombre. Pero al mismo tiempo, su dignidad de Madre de Dios, su Maternidad espiritual sobre el género humano, privilegios tan excepcionales como la Inmaculada Concepción y la Asunción, en cuerpo y alma a los cielos, hacen pensar que Ella esté tal vez en una jerarquía sobre= natural distinta y superior a los demás hijos de Adán. La idea «grandiosa» y trascendente que de María ha formado la conciencia humana, según de= ciamos antes, puede ser una invitación para estudiar con detención el pro= blema. Efectivamente, dentro del organismo sobrenatural del Cuerpo Místico, donde hay Cabeza y miembros, María ¿ha de ser colocada en la jerarquía o categoría de la Cabeza, o ha de permanecer en la categoría de los miembros aunque dentro de esta categoría se le conceda un puesto singular y bien des= tacado? La Cabeza del Cuerpo Místico es Cristo, el Hombre unido hipos= táticamente al Verbo. Así se comprende que sean completamente sinónimas estas expresiones: Orden hipostático, orden de Cristo, Orden de la Cabeza. Porque la Unión hipostática es lo que constituye a Cristo, radical y exigiti* vamente, Cabeza del género humano y Principio de toda vida sobrenatural que se comunica al mundo. El orden o jerarquía en que estamos colocados los miembros de Cristo lo llamamos también «orden de Adán», porque Adán es el primer hombre de nuestra raza y asumió por ordenación divina la re= presentación de todos en relación a la contracción del pecado y a la recep= ción de la gracia. Teniendo en cuenta esta teseminología, podemos formular así el problema del puesto de María en la Economía de salvación: María, como ser sobrenatural, ¿se encuentra en el «orden de Cristo», o en el «orden de Adán?». Pertenencia de María al orden hipostático .— Puede darse como una afir= mación completamente segura la pertenencia de María al orden hipostático. Hay diversos caminos para explicar el hecho, que se da por indudable. Claro que sería absurdo decir que María, en cualquier forma, esté hipostasiada por una persona divina. Pero ciertamente su acción se termina en la misma Unión hipostática, y la causa de algún modo y, sobre todo, la gracia de la maternidad divina que establece una relación sobrenatural, inmediata, perso= nal, al Verbo. Por su causalidad en la Unión hipostática y por su relación pecu= barísima con el Hijo, María, como ser sobrenatural, entra dentro del orden hipostático. Por consiguiente, María forma, con su Hijo y subordinada a El, un solo principio de vida sobrenatural, una sola Cabeza del Cuerpo místico. Fijándonos en el significado real de la expresión, sin sensibilizar demasiado la metáfora. La semejanza de María con Cristo y la identidad de destino sobrenatu= ral se comprenden perfectamente desde este alto punto de vista. María par= ticipa de la Primacía absoluta de Cristo sobre toda la creación. Todas las prerrogativas que le vienen a Jesucristo de su rango de Cabeza del Cuerpo Místico, las tiene también María por participar de una dignidad similar.

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